En el año 2008 el artista chino Cai Guo-Qiang presentó en el museo Guggenheim en Nueva York la exposición “Quiero creer”. Emulando una explosión pirotécnica, nueve carros blancos con luces multicolores descendían de la cúpula del edificio diseñado por Frank Lloyd Wright. En los pasillos había réplicas de animales salvajes chocando entre sí -alegoría de quienes siguen ideologías a ciegas-. Pero el plato fuerte era la pólvora. Un video acompañaba los enormes cuadros de Guo-Qiang explicando el proceso creativo: trazar la pólvora sobre papel, prender la mecha, explosión, humo y más humo, hasta quedar cenizas como arte.
La tarde del pasado martes viendo por televisión la Plaza del Rectorado anegada en humo, me acordé de Guo-Qiang, pero el humo era en vivo y directo y cubría de tinieblas ese museo abierto que es la Ciudad Universitaria. Quienes detonaron los artefactos explosivos no les importó afectar un patrimonio mundial con tal de amedrentar a quienes se les enfrentaban políticamente.
Ser ucevista es un culto y la Ciudad Universitaria es el templo. Nadie que se sienta ucevista sería capaz de maltratarla. Ni oficialista ni oposición, la Ciudad Universitaria es sagrada. O por lo menos eso creía yo hasta que hace unas semanas me uní a la concentración en la Plaza del Rectorado que marcharía hasta el Ministerio de Educación con la intención de dialogar sobre el recorte presupuestario. Al lado de un mural de Oswaldo Vigas, bordeado por una banda amarilla como zona del crimen, un carro quemado decretaba la amenaza vigente no sólo sobre la autonomía universitaria sino también sobre la obra arquitectónica diseñada por Carlos Raúl Villanueva.
La marcha no fue multitudinaria, era de mero orgullo ucevista. La acompañé hasta la salida de la Plaza Venezuela, justo donde fue abandonado un camión cava quemado en la madrugada. Como en todas las marchas, llevé mi cámara, no soy buena fotógrafa pero me gusta armar reportajes gráficos. Después me enteré de que hubo tiros desde el gimnasio cubierto, ni los oí, ahí seguía feliz, tratando de ignorar al grupito que le gritaba a los marchistas: “¡Ignorantes, pensionados!”. Después de que pasó la marcha quise fotografiarlos, se mostraron reacios, decían que no querían salir en Globovisión. Cuando les dije que era para Facebook, accedieron con la condición de que posara con ellos. Y así lo hice pero cuando me sentí apretujada más de lo necesario al mismo tiempo que un artefacto explosivo fue detonado a pocos metros, recuperé mi cámara y me fui. Sólo salí en una foto con cara de asustada.
Al igual que el título de Guo-Qiang, quiero creer que no fueron ellos, que ningún ucevista sería capaz de levantar un dedo contra la Ciudad Universitaria. Quiero creer que Villanueva no se equivocó, porque al fusionar arquitectura, arte y naturaleza en los años 50 en la antigua Hacienda Ibarra, lo hizo apostando por la evolución de las futuras generaciones universitarias.
Artículo publicado en El Nacional 13 de junio de 2009.
2 comentarios:
Piki te veo muy activa en todo sentido. Te felicito de verdad!!
Ese grupo de blogueros que se reunieron en el Buscón pretende ser un grupo abierto?
Cora, el grupo de blogueros está comenzando, si quieres búscalo en facebook, se llama literaria blogs, y ahí se irán dictando las pautas de futuros eventos.
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