lunes, 10 de mayo de 2010

Negando a Narciso


¿Son los escritores que se ficcionan a sí mismos narcisistas? Demostrar lo contrario parecía una de las principales preocupaciones de Philip Roth cuando a los 34 años comenzó a escribir Mi vida como hombre.
La novela tiene un par de inicios falsos con dos primeros capítulos sobre las desventuras amorosas del joven Nathan Zuckerman -alter ego de Roth en 9 novelas posteriores-. En Mi vida como hombre, publicada en 1974, Zuckerman no es el alter ego de Roth sino del escritor Peter Tarnopol, a su vez alter ego de Roth, como juego de espejos de tres variantes de la historia de un joven escritor judío nacido en New Jersey, mimado por padres y hermanos quienes ven en él un destino de grandeza que se estanca antes de los 30 años por casarse con una mujer funesta.
No es un secreto que Mi vida como hombre está basada en el primer matrimonio de Roth que terminó, para alivio del autor, con la repentina muerte de su esposa.
Comencé a leer a Roth -nacido en 1933- a partir de La Pastoral Americana (1997), quizás su mejor novela, en ella Zuckerman narra la historia de un antiguo compañero de escuela, "Swede", quien también parecía destinado a la grandeza antes de que su vida perfecta se derrumbara cuando su única hija se une a un movimiento radical.
A La Pastoral le sigue una envidiable racha de novelas, algunas más ambiciosas que otras, muchas de las   cuales la vida del autor está presente sin artilugios. De esta serie de novelas hay las que tratan sobre familias judías en New Jersey en los años 40 y 50 (Me casé con un comunista, Indignación, El complot contra America), pero la mayoría ocurre en el presente sobre intelectuales en franca decadencia física, a quienes la sexualidad se les va haciendo una montaña inalcanzable, aunque el erotismo jamás lo pierden.
Todavía me faltan muchas novelas de Roth por leer, ha escrito 26 (10 de ellas de Zuckerman), tengo un bache en las que abarcan la etapa de los años 70 y 80 cuando Zuckerman estaba en su esplendor; pero las que he leído bastan para certificar que pocos escritores logran como Roth jugar tan desenfadadamente con su Yo a la hora de hacer Literatura.
En Mi vida como hombre se explica el porqué cuando Tarnopol encara a su psicoanalista al ser acusado por éste de narcisismo:
 "El yo significa para más de un novelista lo que la propia fisonomía para el pintor de retratos: el objeto más próximo a él entre los que exigen su escrutinio, el problema que su arte debe resolver, sin olvidar los enormes obstáculos de la veracidad, el problema artístico esencial. No se observa al espejo sólo porque se siente transfigurado por lo que ve. Al contrario, el éxito del artista depende sobre todo de su capacidad para ser objetivo, para despojarse de su narcisismo. Y aquí es donde viene lo más interesante: el duro trabajo consciente para convertir todo esto en arte".
Mi vida como hombre no es la mejor novela de Roth, este callejón sin salida de las relaciones desastrosas de Tarnopol termina siendo lo que él mismo señala, citando a Flaubert que alguna vez le escribió a Musset: "Has transformado el arte en expresión de pasiones, una especie de bacinilla donde se recoge lo que sobra. Desprende mal olor. ¡Huele a odio!".
No, no es su mejor novela Mi vida como hombre, pero es un excelente ejemplo de cómo un escritor  es capaz de ficcionar además de a si mismo, su manera de hacer literatura.

Mi vida como hombre está publicada en español en la colección DeBolsillo de la editorial Mondadori.

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