martes, 18 de mayo de 2010

Recordando la Megatorta

                                                   
Señoras Rosa Martínez y María de Corral, comisarias de la 51° Bienal Internacional de Arte de Venecia ¡cuánto orgullo para esta humilde venezolana que dos mujeres españolas lleven la codiciada batuta de mostrar cómo se cuecen las habas en el arte contemporáneo mundial! Responsabilidad que durante 110 años fue exclusiva de hombres.
Lamentablemente, no podré visitar lo que el diario El País calificó como “un espacio compartido entre la experiencia y la transgresión”, mi devaluada moneda nacional no lo permite. Pero sigo vía Internet el día a día de la Bienal, desde la retrospectiva de Lucian Freud hasta el “¡Benvenutte alla Biennale Feminista!” de las Guerrilla Girls, sin obviar el pabellón chino diseñado según las estrictas reglas del Feng Shui, y el premio a Regina Galindo, la joven artista guatemalteca que se encerró en una caja a darse golpes en la cabeza, uno por cada mujer asesinada el año pasado en su país.
Sin embargo, si me permiten una observación, leo con inquietud que a pesar de que este año la Bienal tiene un matiz multicultural aumentando a 74 el número de pabellones nacionales, también han seguido cánones pequeños burgueses como que el arte debe innovar, ser reflejo de sus tiempos y consistente en su propuesta. 
Amigas, actualícense, ¿acaso no se enteraron? el concepto de lo qué es arte cambió. Se democratizó. Y tan profunda transformación se origina en este lado del océano Atlántico. Por eso me permito preguntarles, Rosa, María: ¿Cómo es posible que antes de inaugurar la Bienal de Venecia no se dieran una pasadita por Caracas para visitar la Mega Exposición en honor a Jesús Soto?
Rosa, María, quizás se dejaron llevar por las malas lenguas de los artistas venezolanos resentidos, esos que se quejan de que solo fueron invitados a última hora, que la Mega Exposición es un arroz con mango,  que el único homenaje posible a Soto es restaurar sus obras urbanas desmanteladas.
Creadores reaccionarios que llaman a esta histórica muestra de arte venezolano: “la megatorta” tan sólo porque quien quiso exponer, expuso. Elitistas del pincel  que no se acostumbran a que Venezuela ahora es de todos. No se resignan, los muy egoístas, que las paredes de nuestros museos están a la disposición no sólo de maestros consagrados y de  artistas de la generación de relevo, sino también de quien pinte  escenas enternecedoras o bodegones espectaculares. Que en este generoso país a cualquiera que le guste pintar, puede ser un artista digno de ser exhibido en un Museo.
Por eso leo en la prensa española que en la Bienal de Venecia decidieron reducir este año el número de participantes de 300 a 91 porque y que tantas obras “acababan con la paciencia y las neuronas de los visitantes” y yo les digo, Rosa, María: ¡qué demodé! cómo se les ocurre usar conceptos excluyentes como propuesta estética, una razonable muestra por artista y amplios espacios para exponer. 
Perdónenme si insisto, pero se debieron dar su vuelta por nuestra Galería de Arte Nacional, ahí no hay desperdicio de espacio ni preferencias  subjetivas: un  cuadro está montado sobre otro con milímetros de distancia, dispuestos de tal manera  como para que entren todas que caben cien (en este caso, tres mil). De haber visitado la GAN se habrían dado cuenta lo que significa prescindir de etiquetas y criterios castradores. Cero curadurías. No niñitas, aquí somos revolucionarios: rompemos esquemas mezclando naturalezas muertas, videoinstalaciones,  ingenuos, abstracción y Cristos redentores.
Dice la prensa española que este año se redujo el número de visitantes en la Bienal de Venecia. En cambio, Rosa, María, pásense cualquier mañana por la GAN y se encontrarán con decenas de liceístas parados frente a algún cuadro -no importa si es el paisaje más edulcorado que ustedes hayan visto en sus vidas- absortos, cuaderno Caribe en mano, masticando las borras de sus lápices tratando de definir porqué ese  trillado paisaje es tan arte como las obras del homenajeado. Después de finalizada la tarea, los muchachos juegan entre las barras amarillas del penetrable del artista guayanés, tanteando el concepto de espacio, entrando en una  escultura, sintiéndose parte de algo importante.
Quizás algún joven confundido dude si querer ser artista es igual a ser artista. Si crear y pintar es lo mismo. De ese disidente en potencia ya nos ocuparemos. Pero para la revolución lo importante es no ser excluyentes. Por eso, Rosa, María, ustedes que se la dan de vanguardia, ¿cómo es posible que no se hayan dado una vueltica por la Mega?

La Mega -Exposición en la GAN fue en el año 2005, no se ha repetido, lástima que entonces no tenía cámara digital y no pude tomar fotos de lo que fue ese pasticho. Afortunadamente, las obras de calle de Soto han sido restauradas.

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