jueves, 11 de noviembre de 2010

RIP para el Bendito Aparato


Este jueves al mediodía falleció inesperadamente mi primer IPod cuando estaba por sonar la canción Somewhere (There's a place for us) en la versión de Phil Collins, sencillamente, no arrancó. Lo prendí, lo apagué, le quité la pila, lo sacudí, le habría hecho masajes de haber sabido dónde estaba su corazón, todo fue inútil, el viejo Ipod quedó en modo pausa eterna.
Mi Ipod, o "bájale el volumen a ese bendito aparato" como era conocido en el entorno familiar, llegó a casa en enero de hace casi 7 años, tras un intento fallido con otro Ipod comprado en Sambil de Margarita en una tienda en la que lo vendieron sin posibilidad de conexión, quedando demostrado una vez más que nadie vende a bolívar lo que vale fuerte. 
Ante ese primer aborto de Ipod, decidí ser más prudente y comprar el innovador aparatico en una tienda certificada por Apple, como entonces la tienda Mac de Los Robles no existía, encargué por Amazon un hermoso y saludable Ipod blanco, 20GB, capacidad como de 5 mil canciones, mi nombre grabado atrás.
Todavía recuerdo cuando por fin lo tuve entre mis manos, no podía creer que en él cabría mi ecléctica discoteca. Y eso que estamos hablando de la cuarta generación del MP 3 de la Mac, cuando era un aparatico blanco y regordete que no contaba capacidad de almacenamiento de fotos, y ni soñar ver una película por él. 
Nunca fui ambiciosa, con almacenar canciones tenía suficiente, así que con esmero lo fui llenando hasta ir cubriendo su capacidad sin sobrecargarlo. Me siento orgullosa que a lo largo de su existencia, lo cuidé, no lo llevaba de viaje, ni siquiera lo metía en mi cartera ni salía con él, siempre estaba conectado a unas corneticas Altec que le cargaban la batería.
A la hora de seleccionar la música le dejaba al querido Ipod escoger, solía tenerlo en random, me gustaba que me sorprendiera, aunque últimamente estábamos un poco disgustados porque al Bendito Aparato le había dado por tocar la Nueva Trova Cubana y yo ya no puedo ni con Pablo ni con Silvio ni con ningún desangrado son corazón. ¿Sería que el Bendito Aparato en el fondo era criptorevoucionario? Sin embargo, cuando le tocaba a la música Disco sonar, lo hacía sin ningún tipo de resonancia, me consta que le encantaba Donna Summers y no le tenía asco a los Bee Gees.
Hoy, mirando su historia en retrospectiva, temo que quizás pueda tener yo algo que ver con su muerte, tiemblo ante la posibilidad que se auntofundió, hace unas semanas tuvo una sobredosis de Marc Anthony, culpa de un quemaíto que me regalaron del cantante de salsa-pop neoyorkino, como 40 canciones del marido de Jennifer López de un sólo sopetón. Demasiado para mí, no me quiero imaginar para el Bendito Aparato, a quien tanto le gustaba sonar Héctor Lavoe.
Pero el viejo IPod no murió con Marc Anthony, su muerte sobrevino cuando estaba por sonar Somewhere, la canción que le canta María al moribundo Tony en el musical de Leonard Bernstein West Side Story, quizás fue su manera de decir adiós.  Imagino que al Bendito Aparato le habría gustado despedirse con la versión del soundtrack original, pero debió sobrevenir tan rápida su muerte, que no la encontró, y se tuvo que conformar con la versión del cantante Pop.
Por eso, antes de que en mis cornetas Altec se cumpla la máxima "A rey muerto rey puesto", despido al Bendito Aparato con Somewhere cantado por Las Supremes, un trío que nos gustaba a los dos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

D.E.P, mi mas sentido pesame Adriana.......un clavo saca otro clavo. Te leo siempre un saludo. Leandro Aristeguieta

Adriana Villanueva dijo...

Gracias Leandro, se ruega no enviar flores, en su lugar pueden abonar en las arcas del paupérrimo Steve Jobs.