martes, 2 de diciembre de 2008

Uuuups, llegó papá



El controversial artículo 8 del proyecto de ley orgánica de la cultura, presentada el año 2001 por la Subcomisión de Cultura de la Asamblea Nacional no fue redactado en Cuba, ni tampoco copiado fielmente de la revolución cultural china. No es producto de la filosofía entrista que pretende apropiarse de las mentes de todos los venezolanos. Tengo fuertes razones para creer que ese artículo, que trata de impedir el acceso de la nefasta influencia globalizadora a las impolutas tradiciones del pueblo venezolano, fue ideado y redactado en el salón de mi casa.
No, en mi casa no funciona una célula-marxista leninista a favor de la revolución bolivariana, mi hogar es un modesto núcleo familiar compuesto por padre, madre, dos niñas y un bebé. El padre, un poco tocado por su afición al beisbol, y las dos hijas, un poco tocadas por su afición a la cantante Britney Spears. El famoso artículo nace cuando estas dos fuerzas antagónicas se topan con consecuencias casi nucleares.
Remontémonos a los acontecimientos, enero de 2001, por primera vez en nueve años los Tiburones de La Guaira clasifican para el round robin. La novena escuala comienza con buen pie derrotando a los favoritos: Navegantes del Magallanes y Cardenales del Lara. El ánimo está por el cielo, las emociones nos favorecen, ¿qué mejor momento para transmitirle al pequeño Ozzie una pasión desmedida por el beisbol? El padre se prepara para este momento tan especial: compra dos cachuchas de los Tiburones, cotufas con mantequilla y un botellón de refresco. Nos va a dar la sorpresa de llegar temprano a casa, no lo esperamos, pensábamos que iba a ver el juego desde el lugar de los acontecimientos.
Cuando los gatos no están en casa, los ratones están de fiesta. Las pequeñas alienadas habían conseguido un video de Britney Spears, y en vez de sintonizarle el partido a su hermanito, como se lo habían prometido a su padre, practicaban los pasos coreográficos de Oops... I did it again. Asumo mi cuota de responsabilidad, debí haberlas regañado: "No compañeritas, están muy equivocadas: penetraciones de la anticultura invasora del imperio materialista por excelencia, en esta casa, no". Debí haberlas mandado para su cuarto, y como castigo, obligarlas a que se aprendieran la silva A la Agricultura de la Zona Tórrida de don Andrés Bello. Pero fui débil, qué les puedo decir, soy producto de una adolescencia que comenzó a finales de los años 70.
Estaba preparando una salsa de tomate cuando vi a la mefistofélica rubia tongonearse enfundada en cuero rojo y se me removieron los años de luces de neón, Donna Summer, topes de lentejuelas tornasoladas; solté el cucharón, solté el sartén y Oops, I dit it again! A bailar se ha dicho.
Cuando estaba a punto de aprenderme los pasos tan bien como un día me aprendí los de Fiebre del sábado por la noche, oí un ruido familiar que instantáneamente me heló la sangre: "¡Sorpresa, llegó papá!" ¿Y con qué panorama se encontró? Con la hija de seis años bailando con una silla, la  de nueve años cantando con un cucharón, la mujer, 20 años rejuvenecida, y el pequeño Ozzie, prospecto de la gran carpa de 2020, feliz como maestro de ceremonias, dando palmaditas y gritando "¡Uups!".
"¡Adriana!" -el alarido, meses después, todavía retumba por las paredes de la casa-. "¡¿Qué es lo que está pasando aquí?!". Las niñas nos quedamos al instante paralizadas, sólo el pequeño Ozzie alegremente invitó a su padre a bailar "Uups", y les puedo jurar, les puedo asegurar, que en ese mismo lugar, en ese mismo instante, quedó redactado el artículo 8 del proyecto de ley orgánica de la cultura de la Subcomisión de Cultura de la Asamblea Nacional.
Publicado en el cuerpo de Deportes de El Nacional, el domingo 25 de marzo de 2001

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