viernes, 9 de enero de 2009

Cuando firmar no fue tan fácil


La lección de Kapuscinski


El veterano periodista polaco Ryszard Kapuscinski estuvo en Caracas la semana pasada dictando cátedra de ecuanimidad, y ¡rayos! como que perdí la lección. Quizás ese miércoles no estaba de buenas, me acababa de enterar vía Internet en la página del Consejo Nacional Electoral(CNE) que a pesar de que escribí mi nombre en papel especial, ante testigos oficialistas y de oposición, como sale registrado en el CNE, en letra clara, inteligible y hasta bonita; que no me salí de la línea, que le puse el palito al uno, que firmé igual que en la cédula, que mi huella digital no quedó como un manchón; a pesar de que mi firma exigiendo un referendo revocatorio presidencial estaba entre la de un ciudadano cuya cédula daba vértigo de tan joven que era, y la de una señor que podría ser mi padre;  ahora me vienen a decir que  el don, el pavo y yo, tenemos un gran símbolo de interrogación en la frente, que formamos parte del más de millón de firmas exigiendo un revocatorio presidencial que fueron objetadas y deben ir a reparo.

Por lo menos tenemos derecho a pataleo, derecho que por supuesto pienso ejercer. Mi prima Cristina no corrió con la misma suerte: su firma no aparece en los registros del CNE. Maestra de cuarto grado y guerrera de las filas pacíficas del Movimiento 1011, la paciente Cristina, que más de una vez ha tenido que instar a sus impulsivos alumnos que sus diferencias jamás deben ser resueltas con violencia, está dispuesta a tomar en operación comando con sus 25 diablitos el CNE, hasta que  entre todos encuentren su firma desaparecida.

En tiempos de voluntades cuestionadas y negadas, es lógico no estar de buenas. Mi amiga Mariahé, quizás temiendo que ante tanto despecho electoral me uniría  al lado más talibán de la oposición, quiso inyectarme un poco de juicio y de paciencia política invitándome al cumpleaños de Pompeyo Márquez. Por supuesto que moría por ir, me imaginaba campaneando unos tragos con Pompeyo, Teodoro y Américo; desguazando a gobierno y a oposición, y la creme de la gauche preguntándose entre ellos: “¿Y esta quién es?”. Pero decidí dejar el farandulerismo político para otro día y no perderme la visita en Caracas de Ryszard Kapuscinski, periodista que en el año  2003 mereció el premio Príncipe de Asturias por su visión tan humana de un mundo donde la guerra, la violencia y la intolerancia, han desbordado ríos de sangre y dolor.

Al llegar a la sede de la CAF, donde se dictaría la conferencia de Kapuscinski, me encontré con una  sala abarrotada de niñas con piercing y galanes de pantalones chorreados. Pensé que me había equivocado y estaba en el concierto de  Blanquito Man. Pero no, eran estudiantes de Comunicación Social y jóvenes periodistas, quienes oyeron a Kapuscinski como si fuera un profeta. La energía que manaba del público era de total admiración ante las palabras del afónico periodista de 71 años, de correcto aunque entrecortado español, quien bromeaba que al periodismo sólo se debía llegar después de descartar las demás posibilidades existenciales, que advirtió que hay que darle la bienvenida a la literatura al  oficio  porque le ha permitido enriquecerse, y afirmó que la ética periodística está en seleccionar al escribir qué dejar fuera y qué no... Y aunque el polaco evitó hablar de la situación venezolana porque dice no conocerla a fondo, gracias a una pregunta  de Boris Muñoz, legó a los jóvenes periodistas que desean escribir para la paz y la reconciliación nacional, el consejo de un viejo zorro que ha  sido testigo en diversos países africanos de situaciones mucho más graves que la que hoy vivimos en Venezuela: “Hay que escribir sin odios, sin crear tensión, no pintar al adversario como a un diablo, ser responsable con lo que escribimos”.

Sin duda tiene razón, pero ¡caray! ante la impotencia del intento de fraude electoral poniendo en entre dicho firmas como la mía, ¡cómo me está costando seguir  la lección de Kapuscinski!

Publicado en El Nacional en mayo de 2004. Ilustración para Nojile de Rogelio Chovet. Kapuscinski murió en el año 2007.

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