El país está como está y a una que le da por recordar telenovelas. No Por estas calles o La señora de Cárdenas, que hicieron historia en RCTV, sino una serie brasilera que pasaban en Televen titulada La próxima víctima. Era un culebrón atípico, mucho odio y poco amor, un policial sobre una familia que vivía en una mansión cuyos integrantes empiezan a morir en oscuras circunstancias. Al principio las muertes eran distanciadas, pero a medida que la novela iba llegando a su “etapa cumbre”, los crímenes se sucedían con insólita rapidez y el espectador se preguntaba, mientras intentaba descubrir al asesino, si al final quedaría algún sobreviviente de una estirpe marcada por el rencor.
Por eso cuando el viernes 25 de mayo en el programa “Aló Ciudadano”, Leopoldo Castillo le leyó en cámara a Marcel Granier la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia en la que cedían las torres de transmisión de la empresa 1BC a la futura estación TVES, sentí que llegamos a la etapa cumbre de este culebrón nacional donde las víctimas del pensamiento totalitario van cayendo como barajitas.
El domingo con la salida del aire de RCTV las víctimas de turno fueron la libertad de expresión y la propiedad privada que, gracias a la sentencia del TSJ, ahora está sujeta a cualquier eufemismo de algún Mujiquita. Desde entonces quienes no creemos en la descarada concentración de poderes, ni en la voz de un líder único, nos preguntamos vulnerables: ¿quién será la próxima víctima?
Las primeras víctimas no fueron muy protestadas por aquellos que hoy claman por RCTV. Estos primeros crímenes a la autonomía ciudadana se perpetraron cuando la mayoría chavista de la Asamblea Nacional nombró Fiscal, Defensor del pueblo y Contralor a tres partidarios incondicionales del proceso. Las víctimas que siguieron -no sabría ponerlas en orden- son aquellas instituciones públicas que para ser confiables exigen cierta distancia del gobierno: la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, Petróleos de Venezuela, Consejo Nacional Electoral, las Fuerzas Armadas; hoy todas son rojas rojitas, confesas, sin apologías y sin espacio para la disidencia.
Algunas posibles víctimas han logrado salvarse –por ahora- a costa de su dignidad pasando agachadas o replegándose a las órdenes del líder. Otras siguen defendiendo su derecho a ser autónomas a pesar de estar en la mira por el delito de no querer arrodillarse ante el proceso. No es paranoico preguntarse cuál será la próxima rendija de libertad en ser tomada como objetivo político por un gobierno que se jacta de ello.
Muchos han sido los señalados por el dedo acusador de Miraflores como enemigos de los intereses del pueblo: Globovisión, emisoras de radio, la prensa escrita, las ONG, la autonomía universitaria, la educación privada, distribuidoras de alimento, Internet (ya se tiñó de rojo la CANTV), el derecho a manifestar, las ligas deportivas, movimientos sindicalistas, alcaldes de la oposición, clínicas, el este de Caracas, y hasta los sugestivos hilos dentales. Empiezan a correr rumores, que por descabellados, algunos preferimos obviar. Aunque en estos últimos ocho años muchos rumores descabellados terminaron haciéndose realidad como el caso del fin de la concesión a RCTV. ¿Quién habría imaginado, tan sólo un año atrás, que el canal más popular de televisión saldría del aire?
Amigo lector, lo reto a poner a prueba sus dotes de detective, o de clarividente, a ver si se atreve a pronosticar quién será la próxima víctima del proceso.
Hoy que la sede del Ateneo es la nueva víctima de un gobierno militarista en pos de aniquilar la disidencia de pensamiento, no está de más recordar este artículo publicado en El Nacional hace dos años.
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