En Venezuela con esto de los apagones, de la devaluación de la moneda, y ante la reciente tragedia del pueblo haitiano, qué nos va a importar un cuerno el melodrama que ha surgido en la cadena NBC ante el fracaso del programa del locutor Jay Leno en su nuevo horario de las 10 de la noche. Yo lo he seguido de cerca porque es un buen ejemplo de lo que está mal y puede estar peor de la actual televisión norteamericana, que vamos a estar claros, aunque aquí no transmitan ni por cable el show de Jay Leno, la gringa es la única televisión que muchos venezolanos vemos desde la decadencia de los culebrones (sin contar los momentos masoquistas sintonizando programas de noticias o de opinión en Globovisión o VTV, pero a eso no se le puede llamar entretenimiento).
El dilema de la cadenas comerciales en los Estados Unidos es sencillo, y es el principal credo de lo que algunos llamarían el neoliberalismo salvaje: cómo conseguir la mejor ganancia con la menor inversión. Que la calidad de la televisión sufra, no importa, lo que importa es controlar los gastos en una industria cada vez más competitiva desde que la lucha dejó de ser entre tres cadenas, y se sumaron cientos de emisoras de televisión por cable y satélite.
Ya la torta televisiva no se pica en tres sino en cientos de pedazos, cada pedacito representa millones de espectadores en todo el mundo, y por ende, miles de millones de dólares en publicidad a ser repartidos, pero como también la inversión a la hora de producir TV es grande, sólo el que se lleve una buena tajada con el mínimo de gastos, sobrevivirá el festín.
Ahí entra Jay Leno, quien desde 1992 hasta 2009, ocupó el trono dejado por Johny Carson en el horario de las 11:15 de las noche, famoso por los programas de entrevistas a personalidades que comienzan con un monólogo salpicado de un humor muy gringo.
Durante décadas los norteamericanos han estado acostumbrados a quedarse dormidos viendo estos programas donde hoy destacan nombres como David Letterman y Conan O'Brien. Ante el éxito del show de Leno, para muchos el rey en su estilo desde los años 90, a los ejecutivos de la cadena de NBC se les ocurrió trasladar su programa al horario de las 10 de la noche, parte de lo que llaman prime time, las horas de mayor cantidad de televisores prendidos y de mayor inversión publicitaria, por lo tanto de más ambiciosa producción, ocupado por series como Lost y House.
La matemática era fácil, invirtiendo en un sólo sueldazo de estrella: el de Leno; sin necesidad de grandes locaciones o actores de elencos fijos que con el tiempo se convertirían en divos exigentes, se podía producir un programa de infinitamente menor costo que una serie de televisión.
¿Al final quienes resultarían ganando? Los ejecutivos y el mismo Leno, que si tenían éxito, se repartirían un enorme botín publicitario entre pocos comensales. ¿Quiénes terminarían perdiendo? el resto de quienes dependen de una industria de entretenimiento como actores, guionistas, directores de arte, y todas aquellas personas que viven de contar historias por televisión. De haber tenido éxito Leno en el horario estelar, los ejecutivos seguirían el camino de los reallity shows: programas facilones y baratos que suplantarían series más creativas como los ya mencionados Lost y House.
Desafortunadamente para Leno, y afortunadamente para quienes aplaudimos el esfuerzo de una buena serie de ficción, Leno fracasó en el horario estelar, su público de las 11:15 no lo acompañó a las 10 traicionándolo por CSI Miami o Amas de Casa Desesperadas. Ahora no encuentran cómo recoger los vidrios rotos: fracasado el cambio de horario, y garantizado por contrato el sueldo millonario por unos años, ¿qué pasará con Leno?
He ahí el detalle, NBC pretende regresarlo a su horario original, pero ya le habían dado esa hora a un locutor más joven: Conan O'Brien, a quien si lo regresan a su antiguo horario de la medianoche, sería un retroceso para su carrera que no está dispuesto a aceptar.
No es fácil, como diría el Ciudadano, y aunque es lamentable la difícil posición en la que hoy se encuentran ambas estrellas de los Talk Shows, me alegro del traspiés de los productores de NBC porque no se puede ser tan mercenario para siempre anteponer el costo de hacer televisión a su calidad.
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