sábado, 3 de mayo de 2008

El padre


Aprovechando que el hijo se prepara para salir, el padre baja sigiloso al estacionamiento del edificio, sabe que su muchacho no es tan esmerado como para pasarle un trapo al carro después de haber ido a la playa. El padre se asegura de que nadie lo está viendo antes de escribir en el polvo del vidrio trasero un enorme: “¡Viva Chávez!”.
No estamos ante una familia dividida, ni el padre ni el hijo creen en el proceso, tampoco ante un echador de broma, sólo ante un padre angustiado por la seguridad de su hijo en una ciudad en la que se impone la ley del más fuerte, y aunque es un buen muchacho que casi no le da dolores de cabeza, teme por él.
¿Cómo no temer si esta semana supo de dos secuestros de hombres jóvenes, rehenes durante horas, hasta días, bajo amenaza de muerte si se alzaban, si se ponían nerviosos, si los familiares le avisaban a las autoridades o no llegaban rápido a un acuerdo en la suma a pagar?
El hijo también sale asustado, pero no se va a quedar encerrado en su casa un sábado en la noche. Hace unos días secuestraron a “El Catire”, un compañero de la universidad burda’e’pana, estaban juntos en una fiesta pero se fue temprano para llevar a la novia. Menos mal que ya la había dejado cuando lo interceptaron en La Castellana, 3 o 4 hombres armados, o mas bien chamos como él, que sabiéndose guapos y apoyados ni siquiera tenían sus rostros cubiertos. Lo ruletearon y con su celular llamaron a sus viejos exigiendo una maleta de bolívares fuertes antes de que saliera el sol. Una exorbitante suma que la familia no tenía en el banco, mucho menos debajo del colchón. Amenazaron, negociaron, transaron, antes de llegar a un acuerdo, y con ayuda de varios amigos que fueron despertados de madrugada para ver cuánto efectivo tenían a mano para salvarle la vida al Catire, se consiguió la suma pautada.
Dinero fácil y rápido para los captores, pero que a la familia le tomará años recuperarse no tanto económicamente, como emocionalmente del susto ante la posibilidad de perder a un hijo en la impunidad de la noche.
Al recordar el suplicio del Catire el padre también recuerda, después de darle la bendición a su muchacho y verlo salir, Secuestro Express, esa película que causó la ira del oficialismo cuando la estrenaron en el 2005: “¡cuánta exageración! ¡un intento más de descertificar este paraíso que es la República Bolivariana de Venezuela!” Y piensa que casi 3 años después de estrenada, la película de Jonathan Jakubowicz se quedó corta, ya ni siquiera la oscuridad es necesaria para llevarse a alguien a la fuerza. Leyó en el periódico que en Maracaibo han secuestrado niños de las escuelas, pero las noticias parecen lejanas cuando no nos rozan. Y a él lo rozó cuando se llevaron al compadre, no en un secuestro express, lo tuvieron varios días encerrado en un cuarto sin luz, maltratándolo verbal y físicamente antes de liberarlo. Tampoco era un hombre de fortuna, tan sólo alguien que trabajó toda su vida y que debió haber perdido gran parte de lo que tenía para abrazar de nuevo a su familia.
Pero el gobierno insiste que tanto énfasis en la inseguridad son exageraciones de la oposición. Por eso el padre escribió en el carro del hijo “¡Viva Chávez!”, quizás estar con el gobierno sirva de amuleto para no tener que angustiarse al pensar que la vida de quien más se ama pueda depender de una maleta de dinero y los nervios de una noche.

1 comentario:

Ancapi dijo...

Muy bueno, Adriana (iba a usar tu sobrenombre, pero me contuve a tiempo), sobre todo, para alguien sin hijos, muy ingenioso.