viernes, 29 de mayo de 2009

La madrina suplente

Este fin de mayo de 2009 tres temas compartieron titulares: la amenaza contra los medios, las agresiones a la Plaza del Rectorado en la UCV, y la fiebre del futbol en Venezuela. Esta crónica que escribí en 2001 para la sección Juego de Palabras de El Nacional, a su manera toca los tres. Por eso, y porque sigue siendo uno de mis textos favoritos, quise rescatarlo para Evitando Intensidades.



“Espero que no sigas escribiendo pistoladas”, dos semanas después de que mi nombre fuera sometido al escarnio público en Cartas al Nacional por escribir en un artículo de humor que el fútbol en Venezuela era una imposición de los colegios de curas españoles, mi marido me lo sigue echando en cara.


No lo estoy oyendo, veo en la televisión cómo un joven con una ganzúa violenta una ventana de la Plaza del Rectorado de la Ciudad Universitaria. Tomistas se les llama a los estudiantes que intentan penetrar por la fuerza a la rectoría. El fútbol y la universidad logran removerme el pasado.


Entré en la UCV en los años 80. Formé parte de lo que el rector de entonces, Edmundo Chirinos, llamó "la generación boba" por no ser ni la sombra de nuestros heroicos antecesores de los años 60 y 70. Como fiel representante de mi generación deambulaba por aquí y por allá disfrutando de la inigualable experiencia de ser ucevista: buscaba manifestaciones a las cuales unirme, degustaba los cafetines de las diferentes facultades, hojeaba libros en los pasillos de Humanidades, mariposeaba por la Tierra de Nadie solidarizándome con los sin cupo. Quería mimetizarme con Leger, Vigas, Vasarely, Calder, Narváez, Manaure. Coreaba en los banquitos de Estadística canciones del Solar de los Aburridos - por tu mala maña, de irte sin pagar- al son de la guitarra de Aquiles Báez, a quien entonces llamábamos “Guataca”


En este agradable deambular, un día a media mañana en el cafetín de Comunicación Social me topé con un grupo de estudiantes de Ingeniería Química con un pequeño gran dilema: se preparaban para un importante encuentro de futbolito contra sus rivales de Ingeniería Civil, y parecía que la madrina del equipo los había embarcado.


Los deportistas estaban entre descorazonados y furiosos: “No la podemos esperar más. Tendremos que hacer el desfile sin madrina”.


¡Qué humillación! Sus rivales se presentaron con un lindo bomboncito y los miraban sonreídos como queriéndoles decir: “Perdedores, ni una mujer son capaces de conseguir” .


De repente, uno de los jugadores se fijó en mi que andaba por ahí sentada tomándome un café como quien no quiere la cosa, con mi minifaldita de bluejean leyendo Historia de la literatura y el arte, tomo 2 de Arnold Hauser.


“Vamos a pedirle a esa chama que sea nuestra madrina”.


El resto del equipo me empezó a evaluar. Yo no me di por aludida pero me sentía como se deben de sentir las aspirantes a miss cuando son juzgadas por el comité de selección del Miss Venezuela: “Hay que retocarle la punta de la nariz, acomodarle los dientes, subirle las cejas, aumentarle las tetas, reducirle la celulitis, sacarle cintura, quitarle 10 kilos y puede ser”.


Los futuros ingenieros químicos no eran tan exquisitos, pero dudaron entre murmullos: “¿Esa chama madrina? ¡No pana! ¡Demasiado flaca!” .


En este país se perdona cualquier crimen, menos la escasez de curvas en una mujer. En ese momento me debí haber parado indignada haciendo valer mi condición de ser humano: “Cuerda de machistas, primero muerta que desfilando como una vaca” .


Pero no lo hice, recuerden que pertenezco a la generación boba de los años 80: Irene Sáez y Pilin León se acababan de llevar los máximos galardones de la belleza mundial, y yo, a pesar de ser una genuina feminista intelectual de izquierda de 1 metro 62, soñaba con sentir la gloria de desfilar convertida en una glamorosa reina de belleza.


Flaca y todo, una tiene sus armas. Mi juvenil experiencia me había enseñado que las flacas tenemos nuestro público, escaso, elitesco, pero lo tenemos. Moví un poco las piernas sabiendo que servían para algo más que para caminar. El capitán del equipo se convirtió rápidamente en mi defensor: “ Es flaca, pero mírenla, tiene tremendas piernas” .


Yo, sin levantar la vista de mi libro, capítulo 3, El barroco protestante y burgués, moví coquetamente las piernas otra vez, cruzando una arriba de la otra, cual Marlene Dietrich en El Ángel Azul. A mis escasos 18 años me constaba que un par de hermosas piernas valían tanto como cualquier otras dos poderosas razones. El jurado quedó convencido, gracias a ese cruce de piernas quedé electa por unanimidad madrina suplente del equipo de futbolito de Ingeniería Química de la Universidad Central de Venezuela.


Me quité los anteojos -porque madrina con lentes es demasiado avantgarde para unos chicos tan conservadores como los futbolistas de ingeniería-, me batí la melena, me puse un brillito en los labios, saqué de mi repertorio mi mejor sonrisa, me dieron un enorme ramo de flores y listo: “En una mañana tan linda como esta...”.


Mi brillo de reina llegó hasta la Escuela de Artes y poco a poco mis compañeros de estudios fueron llenando la cancha para presenciar mi momento de gloria. En cuestión de minutos dejé de ser una flaca esmirriada para convertirme en una reina que resplandeciente opacó al bomboncito de los futbolistas de Civil, quienes comentaban entre si extrañados: “¿Y de dónde habrán sacado los de Química esa barra tan estrambótica de peludos intelectuales?”


A pesar de la barra, Química cayó ante sus rivales de Civil 2 a 1. De mis ahijados del equipo de futbolito de Ingeniería Química no volví a saber. Seguro que reapareció su bombón y decidieron perdonarla. De lo único que he sido madrina a partir de ese día ha sido de 2 hermosos niños. Casi 20 años han pasado y un lector que no sabe leer entre líneas me llama nefasta para el fútbol nacional por un chiste repetido. No era una joven nefasta, sí un poco boba; pero viendo en televisión al estudiante con la ganzúa maltratando a la Ciudad Universitaria les puedo asegurar, que, sin duda, los hay peores.

1 comentario:

la-tiza dijo...

Ja ajajajja, demasiado bueno! casi te puedo ver en la escena del cruce de piernas!!!!!