lunes, 21 de septiembre de 2009

Luna de miel en Caracas


Kanako y Francisco se conocieron en Peruggia, amor a primera vista de un venezolano y una japonesa que se comunican en italiano. Se casaron 5 años después en Montreal. Como parte de su Luna de Miel, el novio llevó a su joven esposa a Caracas, a pesar de que la mayoría de sus amigos insistieron que visitarnos en el año 2009, es hacer turismo extremo.
En su estadía en este revolucionado valle a Kanako no le han tocado mayores turbulencias políticas: ni  desafueros presidenciales contra la oposición ni marchas reprimidas ni cierre de medios. Lo que sí le tocó en su segunda visita a la ciudad donde nació su marido, son travesuras de la naturaleza: un fin de semana de aguaceros,  granizo, tormentas eléctricas y temblor de intensidad 6.2 en la escala de Ritcher. 
Afortunadamente, las inclemencias del tiempo no impidieron la parrilla dominguera para conocer amigos y familiares de su esposo, quienes en un papiamento de inglés y español, comentábamos el movimiento telúrico que el día anterior se sintió en Venezuela.
Pertenecientes a una generación que aún no había nacido o apenas recuerda el último terremoto en Caracas, el de 1967, todos teníamos un relato exagerado de los 5 segundos que duró el sacudón. Kanako oía con sonrisa educada, no sintió el temblor porque a las 3.36 de la tarde del sábado estaba en un carro en movimiento.   
Era obvio que la esposa del primo Francisco, oriunda de Kioto, no le daba mucha importancia a que la tierra se tambaleara. Ha vivido decenas de sismos similares en Japón. Habrá pensado que los venezolanos somos alarmistas,  pero fue discreta  y no lo dijo, lo que sí confesó es que le costaba entender porqué tanto misterio en torno a la noticia: en Japón no han pasado minutos de un fuerte temblor cuando en todos los canales de televisión están dando información sobre las características del sismo.
Difícil explicarle a Kanako, sin entrar en la complicada política venezolana, que transmitir una noticia tan irrefutable como un sismo, antes que la versión oficial(que sabrá Dios cuánto puede tardar), hoy podría significar el cierre de un medio de comunicación social en Venezuela.

De regreso a casa, viendo árboles caídos y raudales de agua y tierra obstaculizando el paso tras un nuevo chaparrón, pensaba que más que los terremotos a los venezolanos nos aterra la fuerza del agua después del deslave en el estado Vargas sucedido en diciembre de 1999,  que costó tantas vidas.  Y sí a un aguacero se le une un sismo, pasarán semanas antes de que podamos dormir sin estar vestidos, listos para echar a correr.
¿Cómo no temerle al agua y a los movimientos de tierra, por más insignificantes que sean, en una ciudad en la que se ha construido y se sigue construyendo sobre quebradas, terrenos inestables y dónde la basura y los escombros van a parar en los desagües? Cómo no temerle a las malas pasadas de la naturaleza viviendo en un país donde dar una noticia sobre algún desastre natural debe esperar a la versión oficial; cómo no temer que vuelva a suceder lo de hace algunos  meses cuando los medios estaban encadenados por una alocución presidencial sin importancia, mientras una fuerte lluvia anegaba la ciudad, y miles de caraqueños atrapados en un tráfico infernal desesperados por alguna información vial.
Pero eso no se lo decimos a Kanako, no queremos que en su Luna de Miel en Caracas, la linda recién casada duerma intranquila.
Publicado en El Nacional el sábado 19 de septiembre de 2009.

2 comentarios:

paola restrepo dijo...

Preámbulo: Adriana, soy amiga de Cristina Méndez.
Contenido: Genial tu narrativa. Yo duermo con el pasaporte y algunos dólares bajo la almohada, el sismo y los aguaceros ayudaron, pero más no saber en qué momento el discurso sea: "fuera y fuera aquel extranjero o hijo de él que no duerma conmigo y mi revolución, fuera todos y todas, no los queremos, muerte a aquellos que no fundan nuestras penas" Porque para as de guerra un soldado acomplejado con vestiduras de imperialista

Adriana Villanueva dijo...

Gracias Paola por tus comentarios, qué imagen tan fuerte la de dormir con el pasaporte bajo la almohada.