sábado, 31 de octubre de 2009

Venezolano no emigra


Dicen que Uslar Pietri nunca perdió la lucidez, que a pesar de no ser un hombre jovial, era un anciano amable que recibía a quien lo quisiera visitar en su vieja casona de La Florida. Yo nunca lo conocí, mi abuela sí, era de su misma generación: Uslar Pietri nació en 1906 y mi abuela en 1911. Ella dice que Arturo siempre fue un hombre brillante, que Venezuela ya no cuenta con un intelectual de su talla.
Soy de otra época, prefiero el estilo desenfadado de Cabrujas, quien siendo treinta años menor que Uslar Pietri, murió siete años antes que él.
Quizás Uslar Pietri sintió muchas veces que la muerte lo había olvidado, sobrevivió a su hermano menor, a su esposa y a uno de sus hijos. También vivió el inicio de la revolución bolivariana. Él que no creía en revoluciones improvisadas.
Cuando por fin le tocó morir a los 94 años en el 2001, casi toda Venezuela lamentó la pérdida de uno de los grandes intelectuales latinoamericanos del siglo XX, pero nuestro presidente no se dio por aludido. Uslar Pietri no era de los suyos, ya la división de la sociedad venezolana entre gobierno y oposición se estaba convirtiendo en una de esas zanjas infranqueables que caracterizan a una dictadura.
Uslar no era ajeno a las dictaduras, su padre fue ministro de Gómez pero él fue hombre de Medina Angarita, era su Ministro de Relaciones Interiores. Cuando a Medina lo tumbaron los adecos en el año 45, a Uslar le confiscaron su casa en La Florida y lo montaron con el presidente y Diego Nucete Sardi en un avión rumbo a la ciudad de Nueva York.
Cinco años duró su exilio, leyendo su ensayo La Ciudad de Nadie escrito en 1950, supongo que debieron ser cinco largos años. No fue un exilio duro, daba clases de literatura hispanoamericana en la Universidad de Columbia y vivía en un apartamento cercano con su esposa y sus dos hijos pequeños. Sin duda hay destierros peores. Pero Uslar Pietri no se logró acostumbrar a la soledad y al mercantilismo que para él caracterizaban a los inquilinos de la gran manzana.
Leyendo La ciudad de nadie 53 años después de escrita, nos sorprende su actualidad, es como ver una película en blanco y negro, con hombres y mujeres caminando con elegantes sombreros por la 5ta Avenida, y a pesar de los cambios de moda reconocemos a la misma Nueva York que hoy nos describen las películas de Scorsese o las de Woody Allen.
Sin duda hay diferencias: el Nueva York del destierro que Uslar Pietri describía como a una ciudad masculina, hoy para muchos simboliza la ciudad de las mujeres solas. Tampoco es una ciudad inculta como aseguraba Uslar, por el contrario, se ha convertido en el corazón cultural del mundo. Y decir que el neoyorquino con un perro caliente ya está almorzado, le causaría gastritis a Zaggat, ese que todos los años gana fortunas vendiendo un librito con su clasificación de los restaurantes. Sin embargo, Nueva York, como la describe Uslar, sigue siendo una ciudad de solitarios que caminan apurados compartiendo la soledad de vivir en una ciudad donde la vara que mide las almas es el dinero.
Leo el destierro de Uslar Pietri y más que en el Nueva York de mediados del siglo veinte, pienso en aquellos de mi generación que han escogido como destino un exilio voluntario, pienso en el músico que tiene cinco años sin venir a Caracas y no le gusta leer noticias de nuestro país porque se deprime; pienso en el escritor que nunca se sintió cómodo en Venezuela por su doble condición de judío y homosexual y hoy es uno de los dramaturgos más prestigiosos de Off Broadway; pienso en la actriz de telenovelas que a los 34 años se negó a pasar de dama joven a mamá de la protagonista y prefirió comenzar de nuevo en Queens; pienso en la joven profesional que vende paninis en Lexington mientras espera conseguir un trabajo mejor; pienso en la diseñadora que se casó con un multimillonario y cuando se siente sola manda su avión a Caracas para que la visiten sus amigas; pienso en mi amiga Fernanda que se mudó con su familia a los suburbios de Nueva York, su marido toma el tren todos los días para llegar al trabajo y ella se queda atormentada por la posibilidad de otro ataque terrorista. Fernanda siente nostalgia de Caracas, una ciudad que ha dejado de ser verde y se ha convertido en un infierno político, ella algún día quiere volver, quiere que sus hijos se sientan venezolanos a pesar de que se les está olvidando el español.
Leo a Uslar Pietri y pienso en el viejo dicho de venezolano no emigra, pienso en una sociedad fracturada, y yo que todavía soy joven y que no me han tocado tantos cambios en el país, me pregunto: ¿Regresará Fernanda a Caracas?

Primera crónica publicada, creo, que en el 2002, en Ficción Breve, que hoy celebra 10 años de fundada.

Los girasoles ciegos


A veces cuando vemos una película cuesta desprendernos de los personajes. Se sienten tan reales, tan cercanos, que es difícil conciliarse con que sus historias terminen en unos créditos con música de fondo. Eso me sucedió con Los Girasoles Ciegos(2008), película dirigida por José Luis Cuerda que están pasando en Caracas en el marco del Festival de Cine Español.

Protagonizada por Maribel Verdú, Raúl Arévalo y el niño Roger Pincep, Los Girasoles Ciegos cuenta la historia de un joven diácono franquista quien para descansar de su labor como soldado, su superior lo asigna como maestro de una escuela donde se obsesiona con la sensual madre de uno de sus alumnos de segundo grado.

No se la pasa bien viendo Los Girasoles Ciegos, es una historia terrible como suelen serlo las que tratan sobre esta etapa gris del siglo XX. La película, ambientada en Galicia, comienza en 1940 cuando el Franquismo se impuso a La República y los vencedores obligan a los vencidos a acatar su ideología nacionalista, beata y de culto al líder. No hay espacio para ateos ni para descreídos, no sólo de la fe católica, sino también de la fe al Generalísimo. La imagen de Francisco Franco adorna las oficinas públicas y las escuelas. En torno a su pleitesía se construye un país.

Ver Los Girasoles Ciegos en una Venezuela en la que cada vez hay menos tolerancia para quienes disienten del pensamiento oficial, tampoco ayuda. Cuesta desprenderse de la supuesta viuda Elena, de su pequeño Lorenzo, y del diácono que les arruinó la vida, porque a diferencia de Bastardos sin Gloria, la espectacular película de Quentin Tarantino que cuenta los horrores de la Segunda Guerra Mundial como si de un comic se tratara, el film de Cuerda deja en el espectador la sensación de que lo visto en pantalla pasó en la vida real.

Y así es, Los Girasoles Ciegos está basada en el libro homónimo del escritor Alberto Méndez compuesto de cuatro relatos que tienen como fuente de inspiración historias que Méndez recordaba de niño siendo hijo de Republicanos en el exilio. Con más de 250 mil ejemplares vendidos, el escritor no llegó a saber el éxito alcanzado por su único libro porque murió en el 2004, el mismo año de su publicación.

Pero a Méndez lo sobreviven los personajes del lascivo Salvador, la valiente Elena y el tierno Lorenzo. 70 años después de los hechos que se narran, cómo no especular qué habrá sido de ellos. Es fácil suponer que Salvador, tras guindar la sotana, llevaría una respetable vida de burócrata franquista antes de morir de una embolia por los excesos cometidos.

Difícil pensar que Elena habrá soportado vivir 35 años más en un régimen que despreciaba, la imagino emigrando con el pequeño Lorenzo a las Américas, quizás Venezuela, donde habrán sido recibidos con los brazos abiertos a diferencia de tantos latinoamericanos tratados con desprecio en la actual España Socialista.

Imagino a Elena cociéndole con máquina Singer un futuro a su hijo Lorenzo. Quizás murió sin regresar a su tierra. Lorenzo se sentiría más venezolano que español, habrá egresado de un excelente liceo caraqueño y gracias a su prodigiosa mente para las matemáticas, será Ingeniero, hoy retirado, casado, con numerosa descendencia.

Lo que son los ciclos de la Historia, los hijos de Lorenzo, nietos del hambre y de una dictadura, quién sabe si habrán emigrado a esa España en la que sus abuelos vieron sus esperanzas perdidas.

Artículo publicado 31 de octubre de 2009 en El Nacional.

viernes, 30 de octubre de 2009

¡Venga pa que lo vean!


Dedicado a la memoria de Musiú Lacavalerie.

Las cadenas televisivas presidenciales se han visto notablemente disminuidas durante el mes de octubre del año 2000. Muchos decían que nuestro Presidente se dio cuenta de que cada vez que interrumpía las telenovelas, su popularidad caía. Otros afirmaban que tenía laringitis de tanto hablar. ¡Qué poco conocen a la naturaleza humana! Octubre marca el inicio de nuestra corta temporada de beisbol profesional.
Cuando el Presidente de Venezuela dejó esperando a los invitados de una cena de gala en Nueva York para cumplir su sueño de narrar un juego de los Mets desde el Shea Stadium, lo supe. Conozco bien su tipo, estoy casada con un hombre que padece del mismo mal, y es incurable: el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela es un fanático del beisbol, y magallanero para rematar.
Yo también soy aficionada al beisbol: Tiburones de la Guaira es mi equipo desde que tengo uso de razón. Pero la vida jamás me preparó para el matrimonio con un fanático. Afortunadamente, de Los Tiburones como yo. Nuestro noviazgo y primeros años de casados fueron felices: íbamos al Universitario y gritábamos a todo pulmón: “Ehhh, la Guaira”. Eran los gloriosos años 80, nunca sonó la samba escuala con tanta sazón: siempre clasificábamos para la final porque contábamos con jóvenes luminarias del beisbol profesional como Oswaldo Guillén, Gustavo Polidor, Raúl Peréz Tovar, Norman Carrasco, Luis Salazar, Café Martínez; y teníamos en nuestro narrador Musiú Lacavaleri, a la voz más ocurrente del beisbol nacional.
Pero los años pasaron y el equipo escualo en los 90 entró en un slump. Desde 1992 no clasificamos para el round robin. Y lo peor de todo: perdimos a Musiú, a Polidor y a los Padrón. Las otras luminarias, o se casaron con las Grandes Ligas, o se les apagó la estrella sin alcanzar el brillo que prometían. Nuestros rivales, jocosamente, no se cansaban de gritar: Ahora Sardina, tócame la samba. Y mi esposo, despechado, a pesar de no abandonar su afición escuala, transplantó su efusión deportiva a los Bravos de Atlanta, equipo que tantas satisfacciones le dio, que logró que una mera afición beisbolística, se convirtiera en su razón de vivir.
Este delirio por la pelota gringa causó estragos en nuestro matrimonio. Si le hablaba a mi marido sobre algo que no le interesaba: “Mi vida, fui a la peluquería y me dejaron el pelo verde”, recién casados me habría mentido: “ Estás bellísima.” Once años y tres muchachos después, tan solo acotaría más consternados por la derrota de su equipo favorito en el Play Off que por la apariencia marciana de su mujer: “Los Bravos de Atlanta son unos payasos, tanto nadar para ahogarse en la orilla”.
Con la humillante derrota de los Bravos ante los Cardenales de San Luis, pensé que la normalidad regresaría a nuestro hogar, y mi esposo sepultaría su afición deportiva hasta abril de 2001. 9 años de derrotas consecutivas habían logrado convertir a los seguidores de la Guaira en unos desesperanzados de la pelota nacional. Pero un mliagro sucedió: los Tiburones derrotamos a los Navegantes en su serie particular, y al volver a probar el divino néctar de pertenecer a la afición de un equipo nacional triunfador, mi marido fue poseído por el espíritu del inolvidable Musiú Lacavalerie.
Empecé a preocuparme a raíz de la cumbre de la Opep, cuando le comenté que paseando por Sabana Grande, pude disfrutar de un bulevar sin buhoneros por primera vez en esta era bolivariana.
“Sorprendido en segunda: ¡Se luce cuando hay visitas!”-me respondió.
No le hice mucho caso y seguí con el tema preguntándome que habrían hecho con los buhoneros en la semana de la Cumbre Petrolera:
“Jonrón con las bases llenas: ¡A correr piojos que llegó un peine!”.
Le di una aspirina: “Descansa, amor, que hoy no hay juego”.
Pero la aspirina no logró sacarle el espíritu de Musiú de adentro, y cada vez se ponía peor.
Se sentaba obnubilado ante el televisor en las cadenas presidenciales, repitiendo una y otra vez: “Este juego está más largo que suspiro de gago”.
Tenía que apagar el televisor, tomarle la mano e intentar distraerlo: “Viste que una loca logró colarse en la cumbre y atacó al ministro de Irán”.
El fanático de mi marido se quedaba mirando al vacío y suspiraba: “¡Se salvó por la pestaña de un mosquito!”.
Con la huelga petrolera, el pobre sufrió una fuerte recaída. Cuando Chávez en contra de todos los pronósticos accedió a las peticiones de los huelguistas, mi filósofo exclamó:
“¡Morrocoy volteado!”. Y vaticinó que el presidente de PDVSA Ciavaldini: “No va pa´l baile”.
Los Tiburones lograron llegar al round robin por primera vez en 9 años. Mi marido vociferaba en medio de su entusiasmo guairista: “ ¡Vengan pa que lo vean!” una, y otra vez. Y a pesar de que fuimos el primer equipo en ser eliminado, el espiritú de Musiú no logra abandonarnos: “¡Vengan pa que lo vean!”, “¡Vengan pa que lo vean!” , “¡Vengan pa que lo vean!”
Artículo publicado en diciembre del 2000, y aunque parezca mentira, los fanáticos de los Tiburones seguimos sufriendo como unos condenados.

jueves, 29 de octubre de 2009

Injusticias Literarias


Tienen que estar. Entre tanto clásico, tienen que estar. Vuelvo a leer la lista de clásicos de la literatura del siglo XX: Joyce, Mann, Hemingway, Borges, Camus, ya entramos en los franceses, por aquí tienen que estar, Sartre, Yourcenar... ¿Y entonces? ¡Por Tutatis! ¿Quién hace estas listas? ¿Cómo se puede ser tan insensible? ¿Cómo se puede ser tan ignorante? ¡Cómo se puede dejar de lado entre los grandes autores del siglo XX a Goscinny y Uderzo, los creadores de Astérix!
Dejar de lado a la literatura dedicada al público juvenil no es ninguna novedad, pero nunca tan obvio como en este siglo XXI cuando en las listas de los libros más vendidos del New York Times decidieron crear la categoría “libros infantiles y juveniles” para que J.K.Rowling y su Harry Potter le abrieran paso a autores “serios” como John Grisham, Tom Clancy y Danielle Steel; porque desde que el pequeño mago de los anteojos rotos salió a la escena editorial, acaparó los primeros lugares en ventas dispuesto a quedarse allí por mucho tiempo.
Los franceses parecen más serios en sus listas que los anglosajones y no se avergüenzan en admitir que al salir “Asterix y LaTraviata” en marzo de 2001, Patricia Cornwell y James Ellroy, sus más cercanos contrincantes, se tienen que conformar en hacerle antesala.
Detrás de cada gran lector nacido en la segunda mitad del siglo XX, hay un niño que alguna vez siguió con pasión las aventuras del diminuto galo y su fortachón amigo Obélix. Astérix nació en 1959, cuando dos amigos y colaboradores, René Goscinny y Albert Uderzo, crearon al invencible galo para salvar a una revista juvenil de la quiebra. Goscinny, hijo de judíos polacos, nacido en Francia en 1926, criado en Argentina, conoció a Uderzo- dibujante hijo de inmigrantes italianos-en 1950, estableciéndose entre ellos una sociedad que habría de durar hasta la muerte de Goscinny en 1977.
En 1961 se publica “Astérix el Galo” primer libro de las aventuras de la pequeña aldea gala que con la ayuda de una poción mágica logra sobrevivir a los embates del imperio romano. Basada en la historia de Vercingéntorix, jefe galo que tras dar mucha batalla se rindió ante los romanos en el año 50 a.c., el guionista Goscinny y el dibujante Uderzo rescriben la historia de Francia y se toman la libertad de permitirse algunos anacronismos en los 24 libros que publicaron en conjunto, y los 7 libros creados por Uderzo desde la muerte de su socio.
Con “Astérix y LaTraviata” regresan los irreductibles galos tras 5 años de ausencia. Praliné y Gelatina, madres de nuestros protagonistas, se están empezando a preocupar por el prolongado celibato de sus retoños: “Bueno Obelixín, ¿Cuándo vas a decidirte a tomar una buena esposa que te sirva una comida sana y equilibrada?”.
Las angustiadas madres no escatiman esfuerzos en encontrar buenas muchachas para sus hijos, al igual que los romanos no escatiman esfuerzos para recuperar el casco y la espada robada a Pompeyo, y los editores europeos no escatiman esfuerzos para que el regreso de Astérix a las librerías sea un verdadero acontecimiento editorial.
Expertos axterixólogos aseguran que las aventuras de Astérix han decaído desde la muerte de Goscinny. Yo no soy tan exquisita, sigo esperando nuevas aventuras ansiosamente, tan ansiosamente como el bardo Asurancentúrix anhela que lo oigan cantar.

Artículo publicado en Papel Literario de El Nacional en el año 2001. Lo rescato en Evitando Intensidades para conmemorar los 50 años de los guerreros galos.

sábado, 24 de octubre de 2009

Dos comedias inglesas vistas por casualidad



Por cada comedia hollywoodense mala que pasan en los cines venezolanos, o a cada rato por televisión, hay una comedia inglesa buena que vemos por casualidad en Direct Tv o conseguimos en los pasillos de la UCV. Esta semana vi dos excelentes comedias inglesas, que a diferencia de las gringas, nada tienen que ver con los desatinos del amor: A bunch of amateurs y Son of Rambow.
Un grupo de amateurs o A bunch of amateurs, la conseguí curucuteando los pasillos de la UCV. Se veía buena a pesar de estar protagonizada por Burt Reynolds, para ser sincera, el galán otoñal no me llamaba la atención ni cuando la revista Cosmopolitan lo nombró "The sexiest man alive" en los años 70.

Para las adolescentes fresas de mi época el hombre más sexy del momento era Peter Frampton.
Pero me llevé A bunch of amateurs porque en la carátula Reynolds parecía Sean Connery y estaba rodeado de un singular elenco de actores británicos, y porque, para ser justos, hay que reconocer que tiene por lo menos dos películas interesantes en su haber: Deliverance y Boogie Nights. Así que con cierto escepticismo, pensé que serviría para una tarde de ocio.
Dirigida por Andy Cadiff y estrenada en Inglaterra en el año 2008 con la presencia de la Reina, A bunch of amateurs no ha llegado ni siquiera en DVD a los Estados Unidos, quizás porque se burla de lo ridículo que puede ser el cine comercial en Hollywood y de ese afán de estirarle la juventud a los galanes de las películas de acción.
"Uuuughhh", como diría una chica en un casi vacío cine californiano ante el beso final del septugenario galán Jefferson Steele y una mami veinteañera. De incógnito entre el público, Steel (Burt Reynolds) se da cuenta que está ante una nueva catástrofe en taquilla, pero no se resigna a que su carrera esté terminada, por eso acepta la oferta de una compañía de teatro para interpretar el Rey Lear de William Shakespeare en Stratford en Inglaterra.
La estrella hollywoodense, en su gran ignorancia, asume que va al legendario Stratford-upon-Avon, cuna de Shakespeare, cuando en realidad llega a Stratford St John, un pequeño pueblo sin más recursos que el ávido amor de sus habitantes por el teatro.
Tampoco es que A Bunch of amateurs sea un peliculón, pero es sencilla, redonda, divertida y cuenta con un estupendo elenco de veteranos actores entre quienes se encuentran sir Derek Jacobi, Imelda Staunton y Charles Durning; pero su principal atractivo es el personaje del decadente Jefferson Steele, interpretado por Reynolds, quien no sólo se luce parodiándose a sí mismo, también lo hace como Rey Lear y su furia ante el destino: "¡Bufad vientos, y haced que estallen vuestras mejillas!".

The son of Rambow (2007) es otra película inglesa vista por casualidad sin tener idea de qué trataba más allá del resumen en Movie City que la describía como la historia de dos niños cuya amistad nace mientras filman un homenaje a Rambo.
Por lo visto los ingleses están obsesionados por las películas gringas de acción. Situada en los años 80 y dirigida por Garth Jennings, El hijo de Rambow cuenta la historia de Will Proudfoot, un niño de 10 años criado en una familia de la secta religiosa Bethren, tan estricta que Will tiene prohibido ver la televisión, inclusive los documentales educativos en el colegio, y Lee Carter, un malandrito abandonado por su madre en un asilo de ancianos bajo el cuidado de su hermano adolescente.
En el momento en el que Will ve de manera accidental la primera entrega de Rambo: First Blood, su imaginación desbordada comienza a tener sentido, y a escondidas de su madre, se une a Lee Carter para hacer una película amateur de aventuras: El hijo de Rambow.
Viendo esta película que contó con el sello de aprobación de Silvester Stallone, me acordé cómo en mi infancia entre los años 60 y 70 me encantaban las películas protagonizadas por Mark Lester y Jack Wild, mis primeros amores en la pantalla grande,

quienes juntos filmaron Oliver! y Melody.
Bill Milner y Will Pourter son decendientes directos de esa tradición inglesa actoral, del niño inocente a lo Mark Lester (1958) y el pequeño pícaro que hizo famoso al fallecido Jack Wild.
Ni Lester ni Wild lograron hacer carrera de adultos. Jack Wild murió en el 2006 tras una vida marcada por el alcoholismo, y lo último que supe de Mark Lester es que se atribuía la paternidad de la hija de Michael Jackson.
Viendo A Bunch of Amateurs seguida por El Hijo de Rambow, historias de amateurs veteranos y niños cineastas, sólo queda esperar que los jóvenes actores sigan el camino de la ficticia compañía de Stratford St John: la actuación no es asunto de fama y dinero, sino de la pasión por actuar.

viernes, 23 de octubre de 2009

Cultura perniciosa al son de gaitas


La convocatoria al foro para tratar el tema de la "Cultura perniciosa" decía 7 pm, a esa hora la sala de la Fundación Cultural Chacao tenía bastante público. Héctor Manrique, Teodoro Petkoff, Gilberto Pinto y Ramón José Medina, ponentes de la noche, habían llegado. ¿Por qué no apagaban la estruendosa música changa y comenzaban de una vez?
Como a las 7:15, Tulio Hernández, en nombre de la Fundación Cultural José Ignacio Cabrujas, en medio del bullicio de gaitas zulianas explicó el porqué de la tardanza no fuera el público a creer que en la Fundación Chacao estaban probando cornetas nuevas. La razón de celebrar la Navidad en octubre en lugar de debatir sobre el fin del subsidio a las compañías teatrales de dos de los expositores, era que en el edificio de al lado funcionan unas oficinas gubernamentales y estaban en una de bailoterapia.
En el evento convocado en septiembre por el Frente Cabrujas para tratar sobre el tema de la censura en Venezuela, pasó lo mismo, la bailoterapia terminó a las 7 de la noche. Pero anoche, pasadas las 7:30 el estruendo seguía, no se podía esperar más, así que con la banda sonora de los Cardenales del Éxito a todo volúmen, Héctor Manrique, director del Grupo Actoral 80, uno de los perniciosos en cuestión, comenzó a hablar sobre lo que representaba la decisión del Ministerio Popular de la Cultura de quitarles el subsidio a grupos de indudable trayectoria artística que no se arrodillan ante el poder. En el caso del GA 80, se le ofreció seguir con el subsidio si Héctor abandonaba el Grupo: su principal pecado fue negarse a prescindir de la actriz Fabiola Colmenares en un montaje, fichada por el anterior Ministro como soldado raso de la contrarevolución.

Al principio costaba concentrarse en la "cultura perniciosa" con ese bullicio gaitero, pero nos estamos acostumbrando al chalequeo oficial y aprendemos a desarrollar técnicas para superarlo, cuando Ramón José Medina, el experto legislativo de la noche tomó el micrófono, el público oyó con interés y escepticismo como el abogado insistía en que a pesar de que en Venezuela contamos con un Tribunal Supremo de Justicia que suele fallar a favor del Gobierno, era necesario introducir un Recurso de Amparo para los Grupos Teatrales vetados para que quedara constancia legal de los atropellos a la Libertad de Expresión que están sucediendo en Venezuela.
Cuando le tocó al director del Grupo El Duende hablar, se había acabado la bailoterapia, y fue una delicia para el público escuchar como este señor del teatro llamado Gilberto Pinto, a sus más de 80 años, hacía un recuento de la censura política que le ha tocado vivir desde que en los años 50 montó su primera obra: "La fuerza bruta" de Steinbeck, título que no gustó ni a la iglesia Católica ni al gobierno de Pérez Jiménez.
Sin embargo, Pinto aseguró que los gobiernos anteriores, hasta en sus momentos más represivos, habían ignorado al teatro. Quizás algunos gobiernos no los subsidiaban, pero tenían a su disposición teatros como el Teatro Nacional o el Teatro Municipal. Hoy es impensable que un teatrero que haya sido crítico al pensamiento oficial pueda montar una obra en una sala dependiente del Estado Venezolano.

Pinto dice que muchos de sus colegas han preferido callar para no perder su subsidio, pero el Grupo Duende no aceptó corromper su conciencia a cambio de unos centavos: "Somos tozudos, somos viciosos de la Libertad".
Teodoro Petkoff apuntó que a partir del año 2005 el gobierno de Hugo Chávez tomó un giro hacía un proyecto político autoritario que cada vez tolera menos la disidencia. Según Petkoff vamos más hacía una cubanización que hacía el ejemplo de la Unión Soviética o China en materia cultural, regímenes en los que el único arte posible es el que enaltece a la revolución, y que en el caso de la antigua Rusia, acabó con una de las literaturas más ricas de la historia. En Venezuela uno podrá escribir sobre el tema que quiera, componer la música que sea, montar cualquier obra, siempre que no se confronte al Gobierno públicamente. Quien se arriesgue a hacerlo, quizás podrá seguir viviendo en Venezuela, pero no podrá ver sus obras en su país, como es el caso de reconocidos autores cubanos que viven en Cuba pero sólo publican en el exterior. Afortunadamente, a diferencia de Cuba, por ahora, en Venezuela se ha ido creando un buen circuito de alternativas culturales privadas que no dependen del Estado.
La noche terminó libre de gaitas y recordando aquellos amigos, antiguos compañeros de lucha, que hoy callan ante los abusos contra la Libertad de Expresión de un gobierno que ya no se afana en esconder que en el Socialismo del Siglo XXI, la obediencia política se ha vuelto asunto prioritario.

lunes, 19 de octubre de 2009

Y todavía se preguntan


En la pasada entrega de los premios Emmy se sintió el descontento y la preocupación de los actores del fin de la televisión como la conocemos, y el peligro no viene de quienes venden las series en quemaíto, ni siquiera de los millones de usuarios que a nivel mundial bajan programas de televisión gratis y sin comerciales por Internet; gran parte de la decadencia viene de la misma industria que sacrificando calidad, ha encontrado formulas para que con menor inversión lograr pingues ganancias con eso que llaman Reality Shows.
The Bachelor, Bachelorette, Jon & Kate, Kate sin Jon, A Simple Life, Army Wives... programas que llegan a Venezuela como un coletazo de huracán gracias a la televisión por cable, aunque no logra calar en los telespectadores criollos ese fenómeno gringo de explotar la estupidez humana hasta extremos humillantes. Y todo por el afán de lo que Andy Warhol llamó: los quince minutos de fama.
El matrimonio Heene se anotó en esa onda Reality en el programa Intercambio de esposas, familias de temperamentos disímiles se intercambian mamás, quienes durante una semana deben adaptar su estilo de amas de casa a su familia postiza, con excepción de la intimidad conyugal.
Los 15 minutos en el 2006 de fama de la familia pasó rápido y Richard, el padre, un inventor de 48 años que se define como "cazador de tormentas", quería seguir en la onda de los reality shows: pretendía realizar semana a semana ante las cámaras diversas aventuras científicas en la que estarían involucrados su esposa Mayumi, y sus tres niños. Como no encontró quien produjera su show, como truco publicitario, se le ocurrió pedirle a su chamo de 6 años, Falcon, que se escondiera en el cobertizo de la casa, y a los niños mayores que dijeran que su hermanito había salido volando en el globo de helio que papá tenía amarrado en el jardín.
Yo ni me enteré, pero si en Venezuela no nos conectamos con los Reality Shows gringos, con los melodramas noticiosos sí, y al niño supuestamente perdido en el cielo de Colorado se le dio mayor cobertura que al tornado que esa misma tarde arrasaba parte del estado Táchira.
Mi esposo llegó a casa con la noticia de la desaparición de Falcon, pasó dos horas en la cola y de lo único que se hablaba en la radio era del niño volando en el globo, del enorme despliegue para encontrarlo, que si helicópteros militares, que si toda la polícia de Colorado, que si perros entrenados para rastrear al niño en tierra.
Me recordó la famosa historia de la niña que desapareció en un pozo en los años 30 cuyo rescate paralizó, gracias al fenómeno de la Radio, a los Estados Unidos durante más de 48 horas, hasta que finalmente sacaron su cuerpo sin vida del pozo.
Se temía un desenlace igual de fatal en Colorado, sobre todo cuando lograron bajar el globo y Falcon no estaba. Varias horas perdido pasó el niño. Con la desesperación de los atribulados padres lograron sentir empatía millones de telespectadores en todo el mundo.
Supe que Falcon había aparecido escondido en el cobertizo de su casa a la mañana siguiente en la peluquería. La manicurista me dijo que la tarde anterior trabajaron con la televisión prendida a todo volumen, y más de una peluquera, secador en mano, lloró, al igual que alguna clienta a quien mientras le hacían el tinte en lugar de leer ¡Hola!, seguía la angustia de la familia Heene.
"Pobres padres, se veían tan desesperados", me decía la manicurista quitándome la cutícula de los lados de las uñas, "Qué alegría debieron sentir cuando su muchachito apareció, pero tremendo regaño le habrán echado".
A quienes les espera más que un regaño, una demanda millonario y la amenaza de 6 años de cárcel son a los padres del pequeño Falcon porque el niño no resultó ser tan buen actor como sus progenitores, quienes, casualmente, se conocieron en clases de arte dramático. Falcon, bajo presión periodista, le reclamó a sus padres ante las cámaras de CNN: "¡Pero si ustedes me pidieron que me escondiera para hacer el show!".
Hoy la sociedad norteamericana se horroriza de semejante fraude, a qué tipo de mente torcida se le ocurre tamaña treta, engañar a un país en busca de protagonismo, mira que hay que ser depravado. Basta hacer un examen de conciencia colectivo de qué tipo de televisión se está haciendo, quiénes la están viendo y quiénes se ofrecen a participar en ella, para obtener la respuesta.

domingo, 18 de octubre de 2009

Welcome to Spain


De regreso de una corta visita a España leo en El Nacional la entrevista que Milagros Socorro hizo al diputado Gustavo de Arístegui en la que el político vasco asegura que los inmigrantes venezolanos son bien recibidos en la Madre Patria. Con la alegría de estar de vuelta en Caracas, me remonto a apenas hace diez días cuando venciendo el miedo de dejar a mi familia en una ciudad en ebullición, y sobre todo, venciendo mi recelo a los aviones, acepté una invitación para ir a conocer a Sevilla.
Lo confieso, soy de las que viajo con una pesada carga de Dios me libres: del mal tiempo, de viajar con músicos o con monjas, o de que me vayan a devolver; por eso cuando por los ventanales de la sala de embarque vi una gran nube negra, sudé frío y traté de mirar a otro lado, al tropezar mi vista con tres monjitas , temblé , pero al oír un bullicio y darme cuenta de que viajaría con el grupo Guaco, tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no dar la media vuelta y echar a correr.
Tampoco soy un caso patológico, una vez que el avión alcanzó la altura deseada y evadida la nube negra, con la ayuda de una botellita de vino tinto, superé los nervios distraída con la conversación de mis vecinas de pasillo: un par de inmigrantes españolas que iban a visitar a sus hijos venezolanos que emigraron a España. La madre del que se fue a Galicia dice que la familia de su hijo tiene apenas un año viviendo en La Coruña y su nieto ya habla gallego “tan bien como mi madre”. La madre del que se mudó a Canarias le responde que su hijo tenía dos años sin encontrar trabajo en Caracas y en Tenerife ya es jefe de planta, que allá las marchas escuálidas son una gran feria en la que miles de expatriados van de tricolor y encuentran exquisiteces como malta: “Que a mi hijo lo pones a escoger entre un Whisky fino y una malta, y se queda con la malta”.
Imposible dormir, leo la prensa española. Adiós a Manuel Vázquez Montalbán. En Suiza las elecciones las gana la xenofobia. Susan Sontang llega a España para recoger el premio Príncipe de Asturias de las letras y nos recuerda a los habitantes del primer mundo los niveles de miseria en los que vive la mayoría de la población mundial, y hablo en plural porque yo me sentía de lo más primermundista vestida con mi sweater vintage de Yamamoto, ideal para el clima otoñal, hasta que en el aeropuerto de Barajas un funcionario de inmigración, dudoso de que el verdadero motivo de mi viaje era conocer a Sevilla, me degradó por lo menos dos mundos sometiéndome a un hostil interrogatorio del que sólo pude escapar explotando la vena de culebrón venezolano – tan apreciada por los españoles- al asegurarle al moderno Torquemada que en mi país un marido y tres niños esperan por mí. Por la pestaña de un mosquito evadí el mítico cuarto al que dicen que van a parar aquellos que no pasan el examen de la moderna inquisición española, dicen que de ese cuarto sólo se sale para regresar humillados a nuestro país. Yo tomo el maltrato del funcionario con el frívolo humor de aquellos que no tenemos cifradas nuestras esperanzas en vivir en otras tierras, hasta orgullosa me siento de tener cara de joven emprendedora.
El vuelo Madrid-Sevilla sin contratiempos, quizás por la confianza que me da el nombre del piloto: Capitán Galaxy. Vuelo con un grupo de escritores norteamericanos que van a hacer la peregrinación que en el siglo diecinueve realizó Washington Irving por Andalucía. ¿Serán tan incisivos como su compatriota Sontag y se habrán dado cuenta de que mientras a los hispanoamericanos nos registran en la aduana andaluza hasta el último potecito, a los gringos no les abren la maleta?
Quién de ellos tendrá el oído para el detalle de Irving y se percató de que en la tierra de Antonio Machado y de Federico García Lorca, hoy sólo se recibe al visitante con un “Welcome to Spain”.
Este artículo fue publicado en El Nacional en noviembre de 2003. 6 años después, las historias de los latinoamericanos maltratados en los aeropuertos españoles se intensifican.

sábado, 17 de octubre de 2009

El futuro según Cabrujas


Lo he dicho anteriormente: me cuento entre las viudas de José Ignacio Cabrujas; soy una de tantos venezolanos que no se resigna a su muerte en 1995 a los 58 años de edad. Cada vez que pasa algo insólito en el ámbito político nacional, algo así como el cambio de nombre de la Biblioteca Pública de Trujillo de Mario Briceño Iragorry a Coronel Antonio Nicolás Briceño, no dejo de lamentar: “¡Qué habría escrito Cabrujas sobre esto!”.

Por ejemplo, qué habría escrito Cabrujas, hombre de teatro, sobre la decisión de los mandamás de la cultura estatal de quitarle el subsidio a varias compañías teatrales por sus “conductas perniciosas”. Sólo la frasecita da grima, y la explicación que le sigue: “que afectan la estabilidad psicológica y emocional de la población”, tiene que dar piquiña a quien le quede una pizca de conciencia democrática. Sin duda Cabrujas habría vuelto pisillo a los redactores de este decreto, y a quienes miran para el otro lado ante semejante desafuero.

No me gusta hablar por los muertos, pero en el caso de Cabrujas es posible suponer su indignación de país a la deriva gracias a que la Editorial Alfa, bajo la coordinación de Yoyiana Ahumada, en abril de 2009 publicara: “El Mundo según Cabrujas”, un compendio de sus crónicas que, en buena parte, tratan sobre los desmanes del poder de la Cuarta República, desmanes que hemos visto magnificados en la Quinta.

Recomendaría a quienes desde hace más de 10 años son Gobierno, en especial a los que hoy enlodan la memoria de intelectuales para enalterecer la de militares, a los gendarmes de la cultura que asfixian al teatro, la radio y la television buscando hacerlos complacientes al poder; a quienes alguna vez estuvieron en la cárcel por golpistas y hoy llaman “delincuentes comunes” a sus presos politicos; releer: “La carta de Yare”, donde Cabrujas se dirige públicamente a los jóvenes oficiales del Movimiento Bolivariano presos por insurreción, entre quienes se encontraba el actual presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez .

Cabrujas compartía con ellos en julio de 1992 la sensación de “vivir en un país desesperado” a pesar de que desconfiaba de cualquier movimiento que proviniera de cuarteles, y le parecía una torpeza separar bandos en Izquierda y Derecha. Exigía al Gobierno de Carlos Andrés Pérez la amnistía para los oficiales golpistas porque no hay moral en Venezuela: “capaz de juzgar la rebeldía”. Para Cabrujas en nuestro país había llegado “la hora de los planteamientos, de la inteligencia crítica que deja de un lado prejuicios”.

Esa era la Venezuela que él soñaba para su hijo.

Tampoco podemos decir que Cabrujas fue un visionario, en la crónica: “El hombre de la franela rosada” pronostica el fin del Movimiento Bolivariano tras el violento madrugonazo en el canal del Estado del “inexpresivo, triponazo desaliñado…” de la franela rosada, que apareció en pantalla al lado del “teniente de bigotillos” anunciando una nueva insurreción. Para Cabrujas este protagonista de la intentona golpista de noviembre de 1992, representó la mengua del proyecto de Chávez. Los venezolanos no caeríamos en una retórica revolucionaria sacada de frigorífico, donde se hablaba con términos obsoletos como “patria o muerte” y “hasta la victoria siempre”.

Ahí se peló, pero cómo no extrañar la mordaz pluma de Cabrujas en una Venezuela gobernada por un equipo a lo “hombre de la franela rosada”.

Artículo publicado en El Nacional el sábado 17 de octubre de 2009.

viernes, 16 de octubre de 2009

¡Con mi hijo no se metan!


Estimados señores de las páginas deportivas de El Nacional:

Les escribo para hacerles una advertencia: CON MI HIJO NO SE METAN.

Ustedes dirán: ¿Y a esta qué le picó? ¿acaso esa no es la señora casada con el fanático del béisbol? Si, soy yo, y hasta hace algunas semanas mi fanático era inofensivo. Pero mi vida familiar no ha sido la misma desde aquel fatídico viernes 4 de mayo cuando salió en la columna de Humberto Acosta la primera entrega de: “¿Tiene usted un vecino que guarda en su casa una futura versión de Andrés Galárraga o de Omar Vizquel? ¿O será que la tiene en la suya?”.

El primer experto consultado para esta adoctrinante serie sobre la formación de futuros grandes ligas fue el propietario de una academia de béisbol en la Universidad Simón Bolívar, José Salas, una eminencia por haber pertenecido a las gloriosas filas de los Tiburones de la Guaira, pero que ocasionó que a mi marido se le atragantara el desayuno al afirmar que para llegar a la gran carpa: “Hoy hay que medir por lo menos 1.85 metros. Eso para un joven que haya cumplido los 15 años, aunque como toda regla tiene su excepción”.

Beisbolísticamente hablando, la genética no está del lado de nuestro pequeño Ozzie, su padre y su madre somos de estatura bolivariana. No hay que ser tan negativos: si nuestra hija Camila heredó de sus bisabuelos los ojos azules, ¿por qué el pequeño Ozzie no podía heredar el tamaño del abuelo? Esa consideración Mendeliana no fue de mucho alivio para el padre del futuro grandeliga.

-Adriana, ¿has llevado a Ozzie últimamente al pediatra?- preguntó asustado- ¿Cómo está de estatura?

-Es un niño grande para su edad, pero el pediatra afirma que antes de los 2 años los niños no agarran su verdadera curva de crecimiento.

Para asegurarse de que cuando agarrara la curva lo hiciera lo mejor posible, llamó a su primo Jorge, pediatra de nuestros hijos y experto en nutrición, para que lo asesorara. Las palabras de Jorge no fueron alentadoras:

- La genética suele ser determinante, aunque una alimentación balanceada rica en frutas y vegetales siempre ayuda en el crecimiento. También ayuda evitar chucherías, enlatados, refrescos y colorantes.

¡Evitar chucerías! ¡Eso era condenar a una vida monástica a mi pobre bebé! Traté de convencer a mi marido que derogara sus sueños por lo menos hasta que el pequeño Ozzie pudiera opinar al respecto. Pero él pensaba lo contrario: “Tenemos que apurarnos, mujer. El experto consultado dice que en el béisbol el factor tiempo es apremiante. Y Ozzie ya tiene 15 meses”.

La situación mejoró al día siguiente con las declaraciones del propietario de la academia Los Búfalos de Evelio, Evelio Ovalles, padre de dos peloteros profesionales:
“Hoy los padres quieren que sus hijos de 12 años jueguen como un profesional cuando lo único que deben hacer es jugar por el placer de jugar”.

Subrayé sus palabras para que el atolondrado de mi marido se las grabara: “Mira lo que dice Ovalles, que primero deberían pensar en la formación del hombre, y solo después en la formación del pelotero si es que tiene condiciones”.

Mi marido también subrayó lo que él consideraba esencial: “Comencemos por lo más importante que es batear: un buen swing, con un buen instinto para atacar la bola y con una buena selección de pitcheos”.

La última entrega de esta serie fue la que ocasionó el maquiavélico plan de mi marido para arrebatarme a mi bebé. Graciano Ravelo, cazatalentos entrevistado, pronosticó una vida llena de sacrificios para los futuros grandes ligas: “No es común que un joven entre 17 y 20 años, que por su edad tienen intereses como las fiestas, las muchachas o los paseos, se someta a la exigente disciplina del béisbol”.

Al darme cuenta de que mi marido estaba tomando notas de los requisitos indispensables para ser pelotero: “... el instinto que posea. El cómo resuelve. Cómo ataca la bola si es un infielder, o el cómo carga para hacer un buen contacto con su bate”.

Decidí imponer mi autoridad de madre: “En esta casa no se habla más de béisbol”.

A los pocos días me salió un viaje. No estaba segura si debía aceptarlo, no me gusta dejar a los niños. Su padre, haciendo gala de inusual desprendimiento insistió: “En estos tiempos bolivarianos no debemos dejar pasar ninguna oportunidad. Una semana pasa rápido. Vete tranquila que yo me ocupo de los muchachos”.

En verdad una semana pasa rápido, pero también pueden pasar muchas cosas. Cuando regresé me estaba esperando mi familia en el aeropuerto y apenas salí de la aduana las niñitas corrieron a abrazarme, a decirme que les había hecho mucha falta y a contarme sus pequeñas grandes peripecias. Feliz las abracé y las besé hasta que por encima de sus hombros vi una pequeña cabecita que lucía remotamente familiar. Proferí un grito de terror, ¡era mi pequeño Ozzie! Seriecito, agarrado de la mano de su padre, sus hermosos bucles dorados habían desaparecido. No lo podía creer: a mi principito lo habían convertido en un Marine.

Al llegar a casa los niños tenían algo que enseñarme: Camila, su A en ciencias; Isabel, el libro que le había traído el Ratón Pérez; y el Pequeño Ozzie, su swing en el bate. Por el cuarto del bebé pasó un huracán minimalista: sus carritos, sus tacos y sus creyones desaparecieron. La vida monástica del pequeño Ozzie había comenzado, sus únicos juguetes: un bate y una pelota.

Mi bebé parecía feliz, por no decir resignado, a los 15 meses su vida estaba dedicada al béisbol. Inocente agarraba el bate y la pelota, tratando de batear para los dos lados. “Hoy en día los bateadores tienen que ser ambidiestros” me comentó el descarado de mi marido mirando con orgullo a nuestro pequeño hijo que se acababa de dormir con el bate entre los brazos.

A mi hermoso niño me lo han convertido en un perrito Pavloviano, y ustedes, señores de las páginas deportivas, tienen su cuota de responsabilidad en esto. Por eso, antes de que vuelvan a publicar otro artículo adoctrinante e insidioso con furia de madre les exijo: ¡Con mi hijo no se metan!

Artículo publicado en la sección Juego de Palabras de El Nacional en el año 2001.

lunes, 12 de octubre de 2009

De qué habla Murakami cuando habla sobre correr


Publicar memorias se ha vuelto un tiro al piso, memorias de lo que sea, que ya encontrarán un lector, y si esas memorias son firmadas por una pluma famosa, el best seller será instantáneo, como por ejemplo: "De qué hablo cuando hablo sobre correr", del escritor japonés Haruki Murakami, quien además de participar en conferencias y escribir novelas, en el año 2005 llevó un diario sobre su entrenamiento para correr el maratón en Nueva York.
Shashiiing, oigo la caja registradora en la cabeza de sus editores: un escritor maratonista mata dos pájaros de un tiro: le llega a los interesados por su pluma, y a quienes jamás han leído ninguna de sus novelas, pero les interese su faceta de corredor.
Estas memorias aunque se afincan en el lado deportista de Murakami, también sirven como metáfora de que ambas disciplinas tienen procesos similares: hay que tener talento para sobresalir, pero de nada sirve tenerlo si no se tiene foco, es decir, habilidad para concentrar ese talento en obtener óptimos resultados.
Tampoco puede faltarle ni a un maratonista ni a un escritor constancia, si se escribe (o corre) dos horas hoy, y mañana no, difícilmente se logrará la excelencia. En ambas disciplinas siempre hay que alzar la barrera.
Leyendo "De qué hablo cuando hablo sobre correr", siento que a Murakami le cuesta más la disciplina como corredor que como escritor, ese es el objetivo de este diario, fijarse metas y llevar constancia de la labor cumplida, pero también parece darle más orgullo correr en agosto 26.2 millas en Atenas siguiendo la ruta olímpica original, que escribir Sputnick Sweetheart.
Al final de estas memorias el interés del lector no maratonista decae, quizás porque una vez corrido el maratón de Nueva York, el interés del escritor ya no está en llevar un diario del progreso de su entrenamiento, sino qué hacer con el material recopilado.
Como lectora me quedó el sabor que habría sido un excelente ensayo en lugar de unas memorias forzadas que terminan siendo fallas. En "De qué hablo cuando hablo sobre correr", Murakami cumplió su meta como deportista, pero como escritor, no subió lo suficiente la barrera.

¿Qué he hecho yo para merecerme esto?


Desde hace meses circulan por Internet unas reflexiones de Carlos Sicilia en las cuales el humorista acusa a los venezolanos de merecer los desafortunados gobiernos que hemos tenido, porque qué se puede esperar de un país en el que la viveza es una moneda que se cotiza más alto que el dólar, esa viveza a pequeña escala que para Sicilia termina degenerando en los casos de corrupción que a los venezolanos nos gusta tanto criticar. Ese “comer avispas” que Uslar Pietri describió como el triunfo de la astucia sobre la moral.
No conozco a Sicilia personalmente, aunque solía disfrutar de sus programas en medio de mis desvelos. También me gusta leerlo, me identifico con su lucha contra aquellas idiosincrasias caraqueñas que hacen la vida miserable a los neuróticos por vocación, como la alegre conversadera en el cine, o el uso del hombrillo de las autopistas como vía expresa de los vivos. Leo su texto y recuerdo hace años cuando una señora trancó el garaje de la casa de mi abuela y llegó justo cuando le iban a remolcar el carro, casi se llevan presos a mi abuela y al gruero: “No saben con quién se están metiendo, yo soy la mujer de un diputado”, no la señora ni la esposa sino “la mujer” ¿ Cómo se atreven a tocarle el carro a la querida de un peso pesado?
Me vuelve a llegar el texto de Sicilia y pienso está bien, tiene razón, a menudo nos las damos de vivos, pero tampoco es para tanto: Si, he visto en el supermercado a clientes a veces avispados a veces distraídos, con carritos llenos frente a las cajas de menos de diez artículos, pero sólo una vez me ha tocado presenciar un “a mi qué me importa” cuando se les advierte su error. Y por cada patán que se colea en el tráfico, cientos de pendejos nos mantenemos en la cola.
Escondidas bajo el título “Excelente” entran de nuevo en mi buzón las reflexiones de Sicilia, será que mis amigos ven en mi un ejemplo de la viveza criolla, que se enteraron que me saqué la cédula con un gestor, o que en medio del desabastecimiento compré cuatro paquetes de Harina Pan, o que hace años estuve a punto de conseguir la tarjeta pirata de Direct TV y hoy tanta cadena presidencial y la famosa ley mordaza son justicia antiglobalizadora por mi voraz deseo de tener acceso al mundo de canales que ofrece Direct TV Puerto Rico. ¿Reemplazará el Manual de Buenas Costumbres de Sicilia al obsoleto Manual De Carreño?
¡No, Sicilia otra vez nooo! Esto ya tiene que ser personal, ni los artículos de Laureano Márquez los reenvían tanto. No sé cómo se supo pero de alguna forma se regó la voz, esta bien, lo confieso, ¡fui yo! Tienen que comprenderme, fue un pecado de juventud, no creo merecer a la V República por un delito tan pueril, apenas tenía quince años y vivía en un internado en los Estados Unidos. En el colegio eran amables conmigo, interesados en saber si en Caracas andamos en guayuco, tratando de enseñarme a comer con cubiertos, y yo tan mal agradecida, una blanca tarde de invierno, de tanto extrañar a mi país, me refugié en la biblioteca para ver qué libro conseguía en español y ahí estaba: Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Por la tarjeta me di cuenta que en los diez años de fundado el colegio nadie se había preguntado si volverán las oscuras golondrinas; y sin pedirlo prestado, me lo llevé. Todavía lo tengo. No quiero hacer una apología al delito pero pensé que robar un libro en estas circunstancias tenía cierta indulgencia; ya veo que no es así, el pasado me condena y si esta es mi cuota de sinvergüenzura colectiva que según Sicilia, tiene como consecuencia lógica a un gobierno en el que reina la impunidad, yo no puedo con el remordimiento, por favor, que alguien me diga: ¿qué hago con el libro robado? ¿Dónde me puedo entregar?
Publicado en El Nacional el sábado 12 de julio de 2003

sábado, 10 de octubre de 2009

Say What!


Cuando el viernes en la mañana al abrir twitter me enteré de que Barack Obama ganó el Premio Nobel de la Paz 2009, quedé como Beyoncé cuando Kanye West le arrebató el micrófono a Taylor Swift: "Say what!". Así se habrán quedado sus contemporáneos cuando el antiguo Primer Ministro del Reino Unido, Winston Churchill, obtuvo el premio Nobel de Literatura en el año 1953, reconocimiento que eludió a escritores de la talla de Tolstoi y Borges.
Días antes de que fuera anunciado, en la ola twitter y facebook corría el fuerte rumor de que Piedad Córdoba era la favorita en llevarse el Nobel de la Paz por su mediación en el conflicto interno colombiano. Quienes ven a la señora Córdoba más como una abogada de la FARC que como a una mediadora de la paz, estaban indignados ante semejante posibilidad.
No tenían por qué darse mala vida, si algo es obvio en estos premios Nobel es que quienes los escogen hacen lo posible por no irse por los favoritos de las apuestas y de la prensa. Este año volvieron a salir al tapete nombres como Amos Oz, Mario Vargas Llosa y Philip Roth para llevarse el premio literario, y terminó ganando Herta Müller, un escritora alemana-rumana a quien hasta el jueves pasado, pocos conocían.
Habrá que esperar que sus obras lleguen a las librerías caraqueñas para ver si está a la par de otros nombres que han sido reconocidos en su justo valor, o si es un pelón más del Nobel que acumula entre sus galardonados a varios autores a quienes el señor don tiempo no escogió para la inmortalidad literaria, entre ellos, sir Winston Churchill.
Precisamente yéndose por lo inesperado, este año 2009 resultó un batacazo que el Nobel de la Paz recayera en el comandante en jefe de la mayor potencia mundial del siglo XX y parte del XXI, en el primer presidente afroamericano, líder con tan sólo 9 meses en el cargo, con familia fotogénica que llegó a la Casa Blanca tras una de las más acertadas campañas publicitarias de la historia, el "Yes we can". Campaña que parece haber llegado hasta a los miembros del comité noruego encargado de nombrar al ganador, tanto que este año decidieron premiar más que a una obra, al logo de una esperanza. Apostar a que con Obama se le dará un giro a la política exterior de un país que tiene intereses económicos en gran parte del planeta, como si el trabajo del presidente estadounidense no fuera, precisamente, defender esos intereses.
Premiar con el Nobel de la Paz al "Yes we can", es un voto para unos naive, para otros de esperanza, para muchos apresurado, a la labor de Barack Obama. Un merécete este reconocimiento como luchador por la paz mundial que te dimos por adelantado.
Con un par de guerras todavía en curso bajo su administración, la Paz en el Medio Oriente como asunto pendiente, y la cárcel de Guantánamo por cerrar, puedo imaginar lo que Obama estará pensando: "tremenda broma que me echaron".

lunes, 5 de octubre de 2009

Homenajes a la cosecha del año 30

La invitación por Internet decía "Homenaje a Isaac Chocrón", sus amigos al ir entrando al Centro Cultural Chacao le preguntaban: "pero bueno ¿cuántos homenajes recibes tú?". Nadie más homenajeado que mi querido profesor de la Escuela de Arte. He ido por lo menos a tres homenajes a él estos últimos diez años. Isaac se reía: "no sé porqué pusieron la palabra homenaje en la invitación". Esa calurosa noche de septiembre (37 grados centígrados) se celebraría la vuelta al ruedo literario de su novela "50 vacas gordas", publicada en 1982, y la reedición de tres de sus obras de teatro en un sólo tomo: "La Revolución", "Ok" y "Los Navegaos". Lo que en sí es un gran homenaje a Chocrón de parte de la Editorial Random Mondadori porque vivimos en el país de las obras olvidadas.
Fue un homenaje íntimo, aunque la sala se llenó, Isaac tiene una amplia familia escogida, amigos a quienes considera su familia. Entre el público estaban los Izaguirre-Lobo, Victoria de Stefano, Elisa Lerner, Leonardo Azparren, Ugo Ulive, el padre Baquedano, y Sara, por supuesto. Sólo faltaba Román Chalbaud. Isaac lo disculpó: "me pidió que les dijera que no vino porque le está dando los toques finales a su película sobre Ezequiel Zamora, no vayan a estar especulando que fue por otras razones".
Como gente de teatro, la mayoría del público buscó sentarse en los puestos del centro, yo, amateur, me senté en la primera fila. Al lado mío había un señor, también amateur, quien me susurró: "Cuéntame de qué trata la novela de Isaac que no traje mis anteojos y no pude leer la contraportada". Tampoco puedo leer ya sin lentes, pero no hacía falta porque la leí cuando Isaac era mi profesor del Taller de Expresión Oral y Escrita, y la recordaba bien: "Una señora cuyo 50 cumpleaños coincide con el fin de las 50 vacas gordas en Venezuela".


Mientras Sergio Dahbar, Javier Vidal e Isaac se acomodaban en el improvisado salón que serviría como montaje de una charla entre amigos, pensaba que Isaac fue profético en eso de que nos venían las vacas flacas. Y como hoy están más raquíticas que nunca, Sergio Dahbar, presidente de la Editorial Random Mondadori en Venezuela, aseguró que este par de libros son los primeros que editarán de la vasta obra de Chocrón en edición de bolsillo, a petición del autor, quien quería que estuvieran a precios accesibles para que los jóvenes pudieran adquirirlos.
Al tomar la palabra Javier Vidal apuntó algo que a muchos nos consta: en la historia del teatro moderno en Venezuela, Isaac ha estado presente desde sus inicios. Su carrera se puede ligar desde con Juana Sujo hasta con los chamos de Palo de Agua. Sus obras abarcan 50 años de trayectoria, siendo la última, Los Navegaos (2006) -protagonizada por Vidal- una de las seleccionadas en este primer tomo de su Teatro Completo.

Isaac no se iba a quedar sin hablar, dijo más o menos lo mismo que repitió días después en la entrevista para El Nacional: Que en momentos como estos en los que parecemos estar al borde del abismo, debemos refugiarnos en nuestra familia elegida, y asirnos a las cosas maravillosas que todavía pasan en Venezuela como el sistema de orquestas juveniles, y el importante reconocimiento literario otorgado en México a Rafael Cadenas.
Cadenas, casualmente, estaba sentado detrás de mí, y podría jurar que lo sentí ruborizarse.
Esa noche le di la cola al poeta a su casa, me pidió que lo dejara en Chacaíto para agarrar una camioneta pero me negué: en esa oscuridad, Chacaíto desolado, a ver si lo atracaban, demasiada responsabilidad. Así que lo llevé hasta la puerta de su edificio sin imaginar que semanas después estaría de nuevo en el Centro Cultural Chacao en el Rosal para asistir a un homenaje que le rindieron Ficción Breve, Relectura, el Salmón, El Librero, Noches de Poesía y Cultura Chacao; por el premio Fil en Lenguas Romances que fue anunciado el pasado mes de septiembre. Honor que como era de esperarse, ha sido ignorado por el Gobierno al ser el poeta crítico a los tiempos que corren en Venezuela.
Lo único que pidió Cadenas a sus homenajeantes era que por favor no lo pusieran hablar, porque así como su contemporáneo Chocrón es la extroversión y simpatía en persona, el poeta es la timidez e introversión.

No hacía falta que Cadenas hablara, se convocaron escritores, poetas, periodistas, académicos, fotógrafos y artistas plásticos para leer selecciones de su obra. Mucho de Memorial. No podían faltar Derrota y Los Cuadernos del Destierro: "Yo pertenecía a un pueblo de comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor...".
El último invitado en tomar el micrófono fue el escritor Eduardo Liendo, quien escogió una selección de declaraciones de Cadenas en distintas entrevistas, haciendo énfasis en una de sus principales luchas: rescatar la palabra ante la barbarie.

Para finalizar, un documental que además de insistir sobre la importancia de su obra con testimonios de colegas como Armando Rojas Guardia, mostró la faceta humana del poeta con intervenciones de uno de sus hermanos, de Teodoro Petkoff, y de su nieta Andrea, una joven quien comenzó asegurando que ella jamás había leído al poeta Rafael Cadenas, para ella Cadenas es su abuelo consentidor, más que un abuelo, un padre porque fue él quien la crió.
Había tanta gente en este homenaje al poeta, que hubo quienes se fueron al no lograr ni ver ni oír. Yo sí podía oír, pero no ver a los participantes porque estaba arrinconada al final de la sala, con una columna de por medio.

Cuando un vocero de la Alcaldía de Chacao tomó la palabra para anunciar que esa noche a Cadenas se le otorgaría la condecoración Juan Liscano, el público ya se había ido dispersando, así que logré ver cuando el alcalde de Chacao Emilio Graterón le colocó la banda naranja al poeta. Y aunque estaba lejos, volví a sentir al poeta ruborizándose ante una sala que se venía abajo por los aplausos.
Tomó Rafael Cadenas el micrófono para agradecer este homenaje, recordando, como había leído Liendo en una de las entrevistas seleccionadas, que no son los premios, ni tener muchos lectores, quienes dan la razón del valor de una obra, sólo el tiempo.
Creo que tanto en el caso de Chocrón como en el de Cadenas, ya el tiempo habló. Insuperable cosecha ésta la del año 30 en Venezuela.

domingo, 4 de octubre de 2009

El hueco


La noche de un viernes regresaba a casa a las 8:30 tras uno de esos aguaceros que azotaron Caracas en septiembre. Iba apurada, mi esposo prepararía tallarines salteados a lo “restaurante Da Guido”, y ya era tarde, pero preferí andar con calma: nada más peligroso que transitar entre quebradas desbordadas, carros coleándose y árboles endebles. Sólo en mi vecindario se cayeron 17 árboles el lluvioso fin de semana del temblor.
Por eso no me extrañó que la calle que une al Country Club con la Alta Florida estuviera cerrada. Había que tomar la vía alterna, la calle Altamira que bordea un hoyo de golf, calle de poca circulación pero que atravesarla es una odisea desde que Hidrocapital hace unas semanas la rompió para meter unas tuberías, y dejó los huecos sin pavimentar.
Era una noche oscura, la exclusiva zona –donde quedan las residencias de tres embajadores- parecía la boca de un lobo. La conozco bien, sé que gracias a los trabajos de Hidrocapital en un tramo de la calle no pueden pasar dos carros a la vez, y la acera es tan alta que no se puede contar con ella para hacerse a un lado. En sentido sur-norte hay que manejar como los ingleses, pegado a la izquierda, si viene un carro de frente, hay que meterse en la entrada de un estacionamiento para dar paso. Si agarras a la derecha, puedes caer en una tronera y el carro no sale sino con grua.
Eso lo sé yo porque soy baquiana de la estrecha vía, pero el conductor del carro delante de mí, sin señalización y a oscuras, quizás no lo sabía. Era una camioneta marrón que iba por el lado bien asfaltado de la calle, cuando un carro le vino de frente, tomó su derecha cayendo en uno de los huecos de Hidrocapital. Tratando de salir, la camioneta quedó guindando de lado.
En momentos como éste siempre me aparece un par de detestables personillas, una con halo y alitas que insistía: “bájate a ver en qué puedes ayudar”, y otra roja con cachitos que susurraba: “Ni se te ocurra, con la inseguridad como está, y tú con lo inútil que eres, a ver si te cae la camioneta encima por andar de Girl Scout”. Odio admitirlo pero en este debate el diablo de la razón le ganó al ángel de la conciencia por KO, y sin pensarlo dos veces, dí la vuelta para irme vía Chapellín.
Mi huida me dejó cierto ratón moral que se convirtió en elefante cuando Flor, una amiga-vecina, me llamó el lunes siguiente para contarme que había tenido un accidente. Bastó que dijera las frases “viernes a las 8 y media” y “calle cerrada”, para que yo terminara el cuento: “no sigas, soy la cobarde que iba detrás de ti”.
Flor trató de restarle importancia: “No te des mala vida, ninguna mujer se paró a preguntar si necesitaba ayuda. Los hombres que lo hicieron, fue para tomar fotos con el celular.” Hasta la policía, después de ayudarla a salir del carro, se fue. Sólo una pareja de estudiantes la acompañó hasta las 11 de la noche cuando por fin una grúa sacó del hoyo la camioneta desbaratada.
Regresando a la calle Altamira a la luz del día, ví el hueco donde cayó el carro de Flor y pensé que soberana tronera servía de metáfora a la desidia de país, a cómo nos hemos acostumbrado a vivir entre ruinas, de los malos ciudadanos que hoy somos gracias al miedo y a no sentirnos protegidos por las instituciones.
Publicado en El Nacional el sábado 3 de octubre

La marcha de las nalgas peladas



Quienes tenemos más de 8 años marchando contra los desafueros de un gobierno autoritario, sabemos que cada marcha es única. La marcha convocada para el sábado 3 de octubre por los estudiantes para llegar a Cancillería -pero que sólo fue permisada hasta la Plaza Morelos- quizás no fue multitudinaria pero sí importante porque en ella apoyamos a los valientes estudiantes orientales impulsores de la Huelga de Hambre que concluyó el martes, quienes exigían que una Comisión Internacional de Derechos Humanos investigara la cada vez mayor cantidad de casos de perseguidos políticos en Venezuela. José María Insulza prometió mandar una Comisión a estudiar el caso Venezuela, falta que el Gobierno de permiso a la CIDH para entrar al país.


La marcha partía a las 10 de la mañana desde la Plaza Brión en Chacaíto bajo amenaza de lluvia que se hizo realidad en la mitad de la avenida Solano, donde me les uní acompañada de mi esposo y de mi hija universitaria. La lluvia caía fuerte y a los pocos minutos comenzamos a caminar sobre charcos. Maldije mis cómodas sandalias. Por lo menos fui lo suficientemente precabida para llevar paraguas. Muchos lo hicieron, otros marcharon con improvisados impermeables, hubo quienes se protegieron con distintos afiches que mostraban la desolación política en la que hoy vivimos buena parte de los venezolanos.

A la altura de torre La Previsora, ya había escampado, fue necesario cambiar el paraguas por la gorra para protegerse del sol. Mi marido recordaba que hace menos de un mes realizamos el mismo recorrido, insisitiendo que debíamos cambiar de táctica y comenzar a marchar sin pedir permiso, ¿cómo era posible aceptar tan pacifícamente que se nos negara el derecho a ir a Cancillería porque supuestamente un grupo de estudiantes afectos al oficialismo lo había pedido primero? ¿Qué vaina es esa? Había que presentarse en Cancillería y ya está. Siempre hay un supuesto y conveniente grupo de oficialistas que se adelanta a las protestas de la oposición. Aceptar marchar con las limitados condiciones que nos pone el Gobierno era legitimizarlo, como para que digan, ¿quién ha dicho que en Venezuela no hay Libertad de Expresión? Ustedes pueden hacer sus marchitas, eso sí, donde nosotros digamos.
Quizás mi marido tenía razón, pero esa no es conversación de marcha. En las marchas nos debe acompañar la euforia, sentir que caminamos con un fin, aunque sea no abandonar la calle, no dar a Venezuela por perdida, no terminar de entregar el país a una llamada Revolución que ha dividido al pueblo venezolano en dos partes irreconciliables, y nos ha sumido en el peor de los atrasos donde la bota militar ocupa una importante cuota de cargos de poder.

Y a esta marcha en particular, había que venir. Sí, es verdad, caminamos hace un mes por este mismo camino en nombre de los perseguidos políticos, pero en esta ocasión la marcha fue convocada por los más de 100 estudiantes que pasaron 5 días en huelga de hambre para llamar la atención ante la actual persecución del pensamiento en Venezuela, y ahí se quedaron los muchachos, a punta de Pedialite hasta que la OEA se dignó a girar la cabeza hacía ellos.

Yo con estos estudiantes habría caminado hasta donde fuera, con permiso o sin permiso, hasta la Plaza Morelos o hasta Cancillería, es que hasta Carúpano o Río Caribe, a ese Oriente de donde vienen mis ancestros y los jóvenes líderes de esta gesta. Estos muchachos merecían una mayor convocatoria de la que hubo en la Plaza Morelos. No importa, con lluvia o con sol, miles de venezolanos ahí estuvimos, acompañándolos, muchachos, no están solos.

De esta marcha queda una imagen inolvidable, que lamentablemente no presencié -me robo la foto de Noticiero Digital-, mostrando que no sólo con flores blancas se le responde al autoritarismo.

jueves, 1 de octubre de 2009

Babel según Ana


A partir del 2006 los seres humanos dejaron de dividirse en explotadores y explotados, ahora se dividen en aquellos que veneran la película Babel de Alejandro González Iñárritu, y aquellos que no la soportan.

Al primer grupo pertenece el alma comeflor que gusta encontrar mensajes en el cine sobre los amargos caminos de la incomprensión, la globalización, el extrañamiento. Babel es el estilo de película que da para tantas lecturas como intensos hay en el mundo. Sobre todo si en el elenco hay actores bonitos como Cate Blanchett y Brad Pitt, en busca del Oscar en roles poco glamorosos.

El segundo grupo, el de los escépticos, odia a Babel por la razón por la que los intensos la aman tanto: por su carácter aleccionador. La película que abarca cuatro dramas humanos en tres continentes, ligados por el efecto mariposa de una bala fortuita, es considerada por sus detractores como una pila de mensajes obvios y moralistas condensados en 143 minutos de película.

A pesar de que ya han pasado más de seis meses de su derrota, hay quienes todavía no le perdonan a la Academia que Babel haya perdido el Oscar a la mejor película del 2006 ante la violencia de Los Infiltrados de Martin Scorsese. Y hay quienes no le perdonan al establishmnet hollywoodense que Babel siquiera haya estado nominada.

Difícil encontrar puntos medios como el de la señora Ana, madrileña residenciada en Caracas desde hace más de 40 años, quien afirma: “Me gustó Babel, me divertí de lo lindo, mira qué tontos eran sus personajes, ni en las películas de Louis de Funes”.

Mientras muchos cinéfilos lamentan la separación del dream team de González Iñárritu y del guionista Guillermo Arriaga, la señora Ana la celebra porque las historias que se entrelazan en el film le parecieron de una sublime insensatez:

“Empecemos por la chica japonesa, la sordita, que ni pantaletas usaba, con todas las modernidades que hay en Tokio y ese piso tan lujoso en el que vivían y me vengan a mi a decir que su padre no le iba a mandar a poner esos chismes en el cerebro que ponen ahora para que los sordos puedan oír”.

Habría que consultar con un neurólogo nipón para comprobar la teoría de la señora Ana que, chequera mediante, hoy cualquier sordera es superable.

“Y qué me dices del padre, guapísimo, pero a quién se le ocurre ir a cazar a esas tierras secas que ni conejos hay, y además, el muy bestia, que le regala un rifle al guía como quien da un paquete de cigarrillos”.

Hay que darle la razón a la sagaz madrileña: qué cazador se desprendería tan fácilmente de su arma, por más vieja que sea, y más allá de abundantes chivos y el coyote que se los quiere comer, en esa árida estepa no parecía abundar una fauna muy salvaje.

“Y a la pareja que se les muere el bebé, el Brad Pitt que trata de arreglar el matrimonio, de consolar a su mujer, y se la lleva a pasear a ese desierto en el fin del mundo con ese ventarrón que ni agua potable hay. Vaya forma de enamorar que tiene el tío, ¿eh?”.

Sólo si la mujer es una todo terreno como Angelina Jolie, que de Marruecos mínimo con un muchachito sale.

“Y el par de pastorcillos marroquíes que se portaban malísimo, se la pasaban peleando, y viene el padre y les va a dar un rifle ¡Hay que ser bruto!”.

Padres brutos que le dan armas a sus hijos abundan en el mundo.

“Y todavía que me creo que la nana de los niños califonianos no consiguió con quién dejarlos, pobrecitos, tan rubitos, que se los lleva al matrimonio del hijo en México, donde gozaron un mundo, mira que se divirtieron, y ella hasta consiguió un viudo con quien sarandearse, pero ¿alguien los estaba esperando en California para que se regresaran borrachos en medio de la noche? Es que en esa película el único sensato es el guardia de fronteras que los paró pidiendo los papeles de los niños”.

Sin embargo, para la señora Ana, Babel tiene un final feliz:

“Al final a la nana la deportan de los Estados Unidos, pero en México la estará esperando el viudito, y vivirán felices y comerán perdices”.

Quizás González Iñárritu tiene en Venezuela a su guionista ideal, y él sin saberlo.

Artículo publicado en la revista Contrabando en el año 2007.