sábado, 31 de octubre de 2009

Los girasoles ciegos


A veces cuando vemos una película cuesta desprendernos de los personajes. Se sienten tan reales, tan cercanos, que es difícil conciliarse con que sus historias terminen en unos créditos con música de fondo. Eso me sucedió con Los Girasoles Ciegos(2008), película dirigida por José Luis Cuerda que están pasando en Caracas en el marco del Festival de Cine Español.

Protagonizada por Maribel Verdú, Raúl Arévalo y el niño Roger Pincep, Los Girasoles Ciegos cuenta la historia de un joven diácono franquista quien para descansar de su labor como soldado, su superior lo asigna como maestro de una escuela donde se obsesiona con la sensual madre de uno de sus alumnos de segundo grado.

No se la pasa bien viendo Los Girasoles Ciegos, es una historia terrible como suelen serlo las que tratan sobre esta etapa gris del siglo XX. La película, ambientada en Galicia, comienza en 1940 cuando el Franquismo se impuso a La República y los vencedores obligan a los vencidos a acatar su ideología nacionalista, beata y de culto al líder. No hay espacio para ateos ni para descreídos, no sólo de la fe católica, sino también de la fe al Generalísimo. La imagen de Francisco Franco adorna las oficinas públicas y las escuelas. En torno a su pleitesía se construye un país.

Ver Los Girasoles Ciegos en una Venezuela en la que cada vez hay menos tolerancia para quienes disienten del pensamiento oficial, tampoco ayuda. Cuesta desprenderse de la supuesta viuda Elena, de su pequeño Lorenzo, y del diácono que les arruinó la vida, porque a diferencia de Bastardos sin Gloria, la espectacular película de Quentin Tarantino que cuenta los horrores de la Segunda Guerra Mundial como si de un comic se tratara, el film de Cuerda deja en el espectador la sensación de que lo visto en pantalla pasó en la vida real.

Y así es, Los Girasoles Ciegos está basada en el libro homónimo del escritor Alberto Méndez compuesto de cuatro relatos que tienen como fuente de inspiración historias que Méndez recordaba de niño siendo hijo de Republicanos en el exilio. Con más de 250 mil ejemplares vendidos, el escritor no llegó a saber el éxito alcanzado por su único libro porque murió en el 2004, el mismo año de su publicación.

Pero a Méndez lo sobreviven los personajes del lascivo Salvador, la valiente Elena y el tierno Lorenzo. 70 años después de los hechos que se narran, cómo no especular qué habrá sido de ellos. Es fácil suponer que Salvador, tras guindar la sotana, llevaría una respetable vida de burócrata franquista antes de morir de una embolia por los excesos cometidos.

Difícil pensar que Elena habrá soportado vivir 35 años más en un régimen que despreciaba, la imagino emigrando con el pequeño Lorenzo a las Américas, quizás Venezuela, donde habrán sido recibidos con los brazos abiertos a diferencia de tantos latinoamericanos tratados con desprecio en la actual España Socialista.

Imagino a Elena cociéndole con máquina Singer un futuro a su hijo Lorenzo. Quizás murió sin regresar a su tierra. Lorenzo se sentiría más venezolano que español, habrá egresado de un excelente liceo caraqueño y gracias a su prodigiosa mente para las matemáticas, será Ingeniero, hoy retirado, casado, con numerosa descendencia.

Lo que son los ciclos de la Historia, los hijos de Lorenzo, nietos del hambre y de una dictadura, quién sabe si habrán emigrado a esa España en la que sus abuelos vieron sus esperanzas perdidas.

Artículo publicado 31 de octubre de 2009 en El Nacional.

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