lunes, 12 de octubre de 2009

¿Qué he hecho yo para merecerme esto?


Desde hace meses circulan por Internet unas reflexiones de Carlos Sicilia en las cuales el humorista acusa a los venezolanos de merecer los desafortunados gobiernos que hemos tenido, porque qué se puede esperar de un país en el que la viveza es una moneda que se cotiza más alto que el dólar, esa viveza a pequeña escala que para Sicilia termina degenerando en los casos de corrupción que a los venezolanos nos gusta tanto criticar. Ese “comer avispas” que Uslar Pietri describió como el triunfo de la astucia sobre la moral.
No conozco a Sicilia personalmente, aunque solía disfrutar de sus programas en medio de mis desvelos. También me gusta leerlo, me identifico con su lucha contra aquellas idiosincrasias caraqueñas que hacen la vida miserable a los neuróticos por vocación, como la alegre conversadera en el cine, o el uso del hombrillo de las autopistas como vía expresa de los vivos. Leo su texto y recuerdo hace años cuando una señora trancó el garaje de la casa de mi abuela y llegó justo cuando le iban a remolcar el carro, casi se llevan presos a mi abuela y al gruero: “No saben con quién se están metiendo, yo soy la mujer de un diputado”, no la señora ni la esposa sino “la mujer” ¿ Cómo se atreven a tocarle el carro a la querida de un peso pesado?
Me vuelve a llegar el texto de Sicilia y pienso está bien, tiene razón, a menudo nos las damos de vivos, pero tampoco es para tanto: Si, he visto en el supermercado a clientes a veces avispados a veces distraídos, con carritos llenos frente a las cajas de menos de diez artículos, pero sólo una vez me ha tocado presenciar un “a mi qué me importa” cuando se les advierte su error. Y por cada patán que se colea en el tráfico, cientos de pendejos nos mantenemos en la cola.
Escondidas bajo el título “Excelente” entran de nuevo en mi buzón las reflexiones de Sicilia, será que mis amigos ven en mi un ejemplo de la viveza criolla, que se enteraron que me saqué la cédula con un gestor, o que en medio del desabastecimiento compré cuatro paquetes de Harina Pan, o que hace años estuve a punto de conseguir la tarjeta pirata de Direct TV y hoy tanta cadena presidencial y la famosa ley mordaza son justicia antiglobalizadora por mi voraz deseo de tener acceso al mundo de canales que ofrece Direct TV Puerto Rico. ¿Reemplazará el Manual de Buenas Costumbres de Sicilia al obsoleto Manual De Carreño?
¡No, Sicilia otra vez nooo! Esto ya tiene que ser personal, ni los artículos de Laureano Márquez los reenvían tanto. No sé cómo se supo pero de alguna forma se regó la voz, esta bien, lo confieso, ¡fui yo! Tienen que comprenderme, fue un pecado de juventud, no creo merecer a la V República por un delito tan pueril, apenas tenía quince años y vivía en un internado en los Estados Unidos. En el colegio eran amables conmigo, interesados en saber si en Caracas andamos en guayuco, tratando de enseñarme a comer con cubiertos, y yo tan mal agradecida, una blanca tarde de invierno, de tanto extrañar a mi país, me refugié en la biblioteca para ver qué libro conseguía en español y ahí estaba: Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Por la tarjeta me di cuenta que en los diez años de fundado el colegio nadie se había preguntado si volverán las oscuras golondrinas; y sin pedirlo prestado, me lo llevé. Todavía lo tengo. No quiero hacer una apología al delito pero pensé que robar un libro en estas circunstancias tenía cierta indulgencia; ya veo que no es así, el pasado me condena y si esta es mi cuota de sinvergüenzura colectiva que según Sicilia, tiene como consecuencia lógica a un gobierno en el que reina la impunidad, yo no puedo con el remordimiento, por favor, que alguien me diga: ¿qué hago con el libro robado? ¿Dónde me puedo entregar?
Publicado en El Nacional el sábado 12 de julio de 2003

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