sábado, 4 de octubre de 2008

Abzurdah




Como cualquier venezolana que creció cantando: “En una noche tan linda como esta…”, celebré el triunfo de Dayana Mendoza en el Miss Universo 2008, y he seguido de cerca los comentarios sobre su envidiable figura. Metabolismo afortunado, se justifica la hermosa Dayana, quien dice que puede comer cuantas arepas quiera sin temor a engordar.
Le creo, porque hasta mi primer embarazo a los 27 años, yo también era así, de metabolismo afortunado, claro, sin las curvas, ni los ojazos, ni el tamañote de miss; pero al igual que Dayana, podía comer lo que quisiera y no aumentarle un gramo a los 42 kilos en los que mi cuerpo estaba estancado. Mas bien intentaba engordar para no parecer desnutrida: cuando no merendaba tres golfeados, me comía un banana split o un par de perros calientes. Pero todo era inútil, de 42 kilos no pasaba. Y aunque habrá quien diga: “¡Qué envidia!”, yo soñaba con pesar por lo menos 5 kilos más porque en la era de Irene Sáez y Pilín León, aunque las flaquitas teníamos nuestro público, era reducido, y estaba harta de escuchar: “A ver si engordas, pareces un saco de huesos”, como si mi meta fuera lucir una clavícula escultural.
Pero el peor recuerdo de mi hoy añorada etapa de metabolismo afortunado, era cuando alguien sin tacto, con un toque de moralismo, o quizás de preocupación, me preguntaba con asco: “¿Acaso eres anoréxica?”. La anorexia nerviosa, o la obsesión por estar delgada hasta la inanición, estaba sobre el tapete a principios de los años 80 tras la muerte de la cantante Karen Carpenter. Imagino que habría pocos casos de anorexia en la época de las abuelas porque entonces la belleza de la mujer se asociaba con su robustez, pero de la modelo Twiggy para acá (años 60), ser flaca se volvió sinónimo de belleza, y para lograrlo muchas mujeres jóvenes recurrían a dietas extremas, a exceso de ejercicios, a pastillas; sin contar la bulimia, vomitar después de comer, con consecuencias tan devastadoras como con la anorexia.
Si en los años 80 ser anoréxica era un secreto que guardar, en la primera década del 2000 hay adolescentes que la han tomado como causa de lucha con la misma fuerza que generaciones anteriores pelearon por el derecho de la mujer al sufragio o quemaron sostenes.
Pro-Ana es el nombre clave que usan en Internet orgullosas anoréxicas para compartir datos que las ayuden a quitarse el hambre(“fuma”), ocultárselo a sus familiares (“dale tu comida al perro”), y defender su derecho a no alimentarse como estilo de vida, porque ser Pro-Ana, para quienes lo son, es un camino en la búsqueda de la perfección.
Cielo Latini, joven escritora argentina fundadora del primer blog Pro-Ana en español: “Me como a mí”, cuenta en El País Semanal que recibía cientos de mensajes de seguidoras de su blog, y hacían competencias para ver quién consumía menos calorías. Algunos días Cielo apenas comía un sobrecito de sacarina. Afortunadamente, la bloguera logró escapar lo que parecía una muerte segura, no fue fácil, requirió dos años de tratamiento con un buen analista pero sobre todo, darse cuenta de que ser Pro-Ana sólo la llevaría a la destrucción. De su experiencia escribió un libro: “Abzurdah”; que debiera ser lectura obligada en bachillerato en esta Venezuela de misses que hacen alarde de dietas extremas para llegar a su peso ideal, ya que pocas muchachas tienen la suerte de Dayana de contar con un metabolismo afortunado.







No hay comentarios: