lunes, 7 de abril de 2008

Educando al pequeño Ozzie




Señores del Ministerio de Educación: Con respecto al famoso decreto 1.011, aquel sobre los interventores de educación: ¿también se aplica al hogar? Porque les aseguro que el mío necesita ser intervenido: tengo un marido que está adoctrinando a nuestro pequeño hijo con un bate y una pelotita en vez de llevarlo por el buen camino de la revolución.

Ustedes dirán que no se meten en problemas de pareja y que cada quién eduque a sus hijos como mejor le parezca, siempre y cuando los niños sepan quiénes son los verdaderos ejemplos de juventud, como el Che Guevara y no esos Galarraga, Vizquel, Alfonso. Sin embargo en mi familia los valores están invertidos.
No siempre fue así. Todo empezó dos años atrás cuando un ecosonograma anunció que nuestra tercera niña era varón. ¡Un hijo varón! El sueño de toda familia latina, hindú y china; marcó en la mía importantes cambios en la dinámica familiar. Mi marido, quien hasta entonces se había caracterizado por ser un padre tranquilo y consentidor, empezó a sufrir ataques de ansiedad: "¡Voy a cumplir 38 años! ¡Estoy muy viejo para tener un varón!¡Me está agarrando cansado! ¡Tengo 15 años sin jugar beisbol! ¡Ya ni me acuerdo cómo se lanza una recta, mucho menos una curva!''. 
Y el inocente bebé apenas empezaba a dar pataditas en mi vientre.
Con este tercer embarazo, primer varón, los libros de estimulación prenatal fueron desempolvados por el padre de la criatura y la primera medida tomada por el dictador-jefe de familia fue: "Se acabaron las novelas en esta casa. La doctora Beatriz Manrique asegura que el bebé puede oír desde los cinco meses de gestación y no queremos influenciarlo con cosas de mujeres''.

Desde entonces nuestro hogar está encadenado con Meridiano TV. Siguiendo los consejos de la doctora Manrique, el fanático de los Tiburones de La Guaira hablaba con su hijo a través del vientre, pero en vez de susurrar "patea, patea'' como sugiere el manual de estimulación Hola Bebé..., vociferaba: "Batea, batea''.
Los problemas siguieron con la escogencia del nombre. Yo siempre había soñado con tener un hijo llamado Lucas: "¡Lucas! ¡Estás loca! Ese nombre es de director de orquesta, de poeta maldito, de intelectual de izquierda ¡Pero jamás de pelotero!''. 
Su hijo tenía que tener un nombre de esos que suenan bien cuando se anuncian en los altoparlantes de los estadios de grandes ligas: "Ozzie behind the plate''. Y Ozzie se quedó.
En enero de 2000 nació el pequeño Ozzie. Por primera vez el padre de mis hijas hizo de tripas corazón y entró a la sala de partos para ver nacer a su hijo.
"Casi cuatro kilos ¡tremendo catire!'' -dijo el doctor entregándoselo a su papá quien con lágrimas en los ojos lo cargó, exclamando emocionado: "¡Igualito a Mark McGwire!''.
No habían terminado de sacar al niño de la sala de partos cuando su padre sostuvo un feroz enfrentamiento con las abuelas, quienes orgullosas por el principito que acababa de nacer, se apresuraron a vestirlo con el hermoso faldellín de tira bordada amarilla que lucieron sus hermanas al nacer: "¡Sobre mi cadáver ustedes le van a poner un vestido a mi hijo recién nacido!''.

De nada sirvieron las fotos en ¡Hola! de Felipe Juan Froilán Marichalar Borbón engalanado con similar atuendo. "De haberle tomado a Galarraga una foto de niño vestido así, jamás habría llegado a las grandes ligas''.
El primer año de vida de nuestro pequeño Ozzie fue relativamente tranquilo. Su padre estaba muy ocupado: "Hay que trabajar mucho para poder mantener a tres niños en estos tiempos''. Sólo uno que otro suspiro aislado cuando la relación esfuerzo-recompensa del día a día era demasiado desequilibrado: "Y pensar que abandoné el beisbol para estudiar ingeniería''. No quería que su hijo cometiera el mismo error: "Con ese tamaño puede ser catcher. Iván Rodríguez aconseja que si quieres que tu hijo llegue a las grandes ligas, tienes que enseñarlo a cachear''.
Pero en Navidad, poco antes de que el pequeño Ozzie cumpliera su primer año, su padre le trajo de regalo un guante, un bate y una pelota de goma: "Toma hijo: aquí están tus herramientas de trabajo. Esto es todo lo que necesitas en la vida para triunfar''.

El campo corto Alex Rodríguez acababa de firmar un contrato de 250 millones de dólares con los Rancheros de Texas. El pequeño Ozzie instintivamente tomó la pelota entre sus manos y después la lanzó. Su padre emocionado exclamó: "¡Recta de dedos separados! ¡Es un prodigio!''. 
Y desde entonces, señores del Ministerio de Educación, nuestra vida se ha vuelto un martirio. Mi esposo decidió invertir a futuro renunciando al trabajo y dedicándose de lleno a la educación de su hijo. De más está decirles lo apretada que quedó mi familia sin el aporte económico del padre porque yo apenas soy una intelectual, que en la escala de valores de esta era bolivariana, es el absoluto fondo laboral.
Por eso señores del ministerio de Educación, por favor, manden a un interventor a mi casa. Miren que ya mi marido guardó los juguetes y ahora dedica todo su día a tratar de enseñar al niño a jugar beisbol: "Lección Uno: Para aprender a coger rollings sólo se necesita una pelota, un guante y una pared''.

¿Dónde están los interventores educativos cuando realmente se necesitan?



Publicado en el cuerpo de Deportes de El Nacional, el domingo 21 de enero de 2001. Ilustración para Nojile: Rogelio Chovet.

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