sábado, 26 de abril de 2008

Vistas por casualidad




TOODLE-FUCKING-DO

Sé que no estoy descubriendo el agua tibia pero qué le voy a hacer si no soy una mujer de modas, por eso ahora, cuando ya va para un año que se transmitió el capítulo final tras siete temporadas, es cuando comienzo a ver Los Sopranos.
Gracias a mi cidicero de confianza, voy por la segunda temporada de la serie de HBO que se hizo famosa por retratar la vida cotidiana de un jefe de la mafia en Nueva Jersey en psicoterapia.
La primera temporada, estrenada en 1999, presentó a la familia Soprano: Tony implacable en el mundo de los negocios sucios pero una melcocha en casa, su esposa Carmela que sabe a qué se dedica su marido y lo considera un negocio como cualquiera, y los hijos adolescentes de la pareja: Meadow y Anthony Jr. a quienes tampoco parece impresionarles mucho cómo se gana la vida papá.
Esta familia poco disfuncional también cuenta con una madre anciana recluída en un asilo con comienzos de alzheimer que haría palidecer a Medea, un tío humillado por ser el campeón a la hora de dar placer a las mujeres con sexo oral, y una hermana hippie oportunista.
De ritmo lento como la cotidianidad, en la segunda temporada me encuentro con un capítulo de una perfección tal que parece darle la razón a quienes opinan que los mejores escritores de cine están hoy en televisión.
“Toodle-fucking-do”, que no tendría una traducción literal al español más cercana que “chaíto pa’l carajo”, comienza cuando Tony Soprano, después del pitazo de un policía amigo, llega a la casa abandonada de su madre en medio de una redada a una fiesta de adolescentes donde hay una víctima de sobredosis de éxtasis.
“No fue mi culpa” es la única explicación capaz de dar la ebria Meadow de 17 años, quien a la mañana siguiente no sólo insiste que la fiesta en la casa desierta de su abuela no fue su culpa, sino que sus padres son incapaces de comprender la presión de una estudiante en busca de universidad.
El castigo al principio es leve, sugerido por la misma Meadow, quitarle durante tres semanas la tarjeta de crédito, pero Carmela y Tony se preguntan si no estarán siendo demasiado condescendientes con la muchacha, ¿cómo queda su autoridad de padres? Cuando intentan apretarle aún más las tuercas a la hija pachanguera, su tía la alcahuetea: “Es una joven mujer explorando”.
Mientras tanto las cosas no están mucho mejor en la familia de la mafia que Tony gobierna: un gangster acosa a otro porque no lo fue a visitar en la cárcel en los 10 años que estuvo preso, el acosado pide la protección de Tony, quien le da su palabra que nada le sucederá. Pero no sólo los adolescentes exploran hasta dónde pueden llegar ante la autoridad de sus padres, sino a los mafiosos les da por tentar su poder ante el poder, y al amigo a quien se juró protección termina en un hospital con una lesión que probablemente lo dejará paralítico.
Al final del capítulo Meadow tiene el castigo que merece: regresar a casa de la abuela para limpiar los rastros de vómito y orina que dejaron sus amigos después de la fiesta. Queda al aire qué castigo merecerá el ex convicto que desobedeció las órdenes del capo.

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