En la serie de entrevistas de Juan Cruz a leyendas del periodismo para el semanario dominical de El País, ayer le tocó el turno a Tomás Eloy Martínez (1934), escritor y periodista argentino, quien pasó parte de su exilio político en Venezuela trabajando para El Nacional y, posteriormente, para El Diario de Caracas. Martínez hoy vive entre New Jersey y Buenos Aires, y sus crónicas publicadas en el New York Times, podemos leerlas todos los domingos en El Nacional.
Pregunta Juan Cruz:
¿Y el periodista cómo ve ahora este oficio?
R. Ante el periodismo, ante lo que vendrá, siento una cierta perplejidad; las formas de lectura están cambiando vertiginosamente y el periodismo de papel se está convirtiendo en un vehículo incómodo para la lectura. Mucha gente prefiere las versiones on-line de los periódicos, y yo les encuentro un riesgo, sobre todo en los comentarios a las noticias o a las opiniones. Por un lado, hay una libertad necesaria para escribir y para expresarse con soltura. Por el otro, el anonimato de los posteos abre el camino a una peligrosidad impunidad. No me preocupan tanto los descuidos y malos tratos a que se somete el lenguaje, que es nuestra herramienta esencial. Me preocupa más que se lea mal y que esa ligereza en la lectura derive en una ligereza en la acusación. El anonimato encubre una cierta infamia, encubre a veces sentimientos deleznables. Esto no es el periodismo, por supuesto; es una perversión del periodismo, pero es algo para lo cual el periodismo es un vehículo en este momento.
P. Pero ya había periodismo amarillo.
R. Lo había y lo hay. Lo que pasa es que esto potencia, multiplica, la fuerza del periodista amarillo. Todos los días vemos señales de este tipo de periodismo que se manifiesta en forma de acusación. Escribí una columna sobre la carnicería que se hizo con Ingrid Betancourt y con Clara Rojas cuando fueron liberadas por las FARC. Periodistas muy serios, con una larga trayectoria, añadieron leña al fuego de los chismes sobre la intimidad de las ex rehenes...
R. Ante el periodismo, ante lo que vendrá, siento una cierta perplejidad; las formas de lectura están cambiando vertiginosamente y el periodismo de papel se está convirtiendo en un vehículo incómodo para la lectura. Mucha gente prefiere las versiones on-line de los periódicos, y yo les encuentro un riesgo, sobre todo en los comentarios a las noticias o a las opiniones. Por un lado, hay una libertad necesaria para escribir y para expresarse con soltura. Por el otro, el anonimato de los posteos abre el camino a una peligrosidad impunidad. No me preocupan tanto los descuidos y malos tratos a que se somete el lenguaje, que es nuestra herramienta esencial. Me preocupa más que se lea mal y que esa ligereza en la lectura derive en una ligereza en la acusación. El anonimato encubre una cierta infamia, encubre a veces sentimientos deleznables. Esto no es el periodismo, por supuesto; es una perversión del periodismo, pero es algo para lo cual el periodismo es un vehículo en este momento.
P. Pero ya había periodismo amarillo.
R. Lo había y lo hay. Lo que pasa es que esto potencia, multiplica, la fuerza del periodista amarillo. Todos los días vemos señales de este tipo de periodismo que se manifiesta en forma de acusación. Escribí una columna sobre la carnicería que se hizo con Ingrid Betancourt y con Clara Rojas cuando fueron liberadas por las FARC. Periodistas muy serios, con una larga trayectoria, añadieron leña al fuego de los chismes sobre la intimidad de las ex rehenes...
Después de conversar un poco sobre el periodismo en América Latina, cómo antecedió el Nuevo Periodismo de Estados Unidos, y sobre el génesis de Santa Evita, Juan Cruz asegura que entre el periodismo y la literatura, a menudo:
P: Se mezclan las aguas.
P. El periodismo es una materia omnipresente. ¡Hasta en Borges!
R. Borges empieza siendo un periodista; dirige un suplemento cultural en el diario Crítica, ¡imagínate, el diario más popular de Buenos Aires! Ahí él arranca haciendo un periodismo de imaginación. De hecho, su Historia universal de la infamia está basada en hechos reales que él transforma en ficciones.
P. Y la obsesión de Gabriel García Márquez por el dato es equivalente a la que siente Truman Capote porque no se le escapen detalles en A sangre fría...
R. En el caso de García Márquez es porque a él le importa mucho la creación de un universo verosímil, aun en las novelas. El lector se identifica más con lo que narras si esto le parece verdadero... García Márquez es un obsesivo de la información; yo lo he visto trabajar en Noticia de un secuestro con una obsesión por la información precisa que va más allá de todo cálculo. Ya era en ese momento un escritor de primera línea, había ganado el premio Nobel y estaba trabajando en ese libro-reportaje como en cualquiera de sus novelas de otro registro. No hay que descreer de un solo dato. En cambio, no le creas ni un solo dato de El general en su laberinto: es todo invención e imaginación.
P. Se retroalimentan el periodismo y la ficción, y juntos constituyen el llamado nuevo periodismo. ¿Qué le dio el uno a la otra?
R. En primer lugar, un mayor y mejor acercamiento del lector al hecho tal como es. Porque proporciona una identificación entre el lector y los personajes a los cuales estás aludiendo. El viejo periodismo decía: "En el tsunami habido ayer en el sureste asiático murieron equis personas; una gran ola avanzó kilómetros y alcanzó aldeas y ciudades...", mientras que el nuevo periodismo empezaría así una noticia como esa: "La señora Tapa Raspatundra estaba en la orilla de su pueblo en Java cuando un enorme nubarrón en el horizonte le hizo prever la catástrofe, tomó a sus niños en brazos y escapó de una tragedia que causó equis muertos". Cuentas el horror de la ola e identificas al lector con un personaje que vive en primer plano la tragedia. El relato introduce al lector en la historia.
Siempre es interesante saber cómo se ejerce el periodismo donde la Libertad de Expresión está restringida:
P. Los políticos también son presentados ahora como parte del espectáculo, y ellos mismos se comportan a menudo como si fueran actores, ávidos de la cámara...
R. No dudo que el efectismo sea más entretenido, pero la misión del periodismo es no obedecer. El periodismo es un acto de servicio, pero no es un acto de servilismo, y por lo tanto los periodistas tienen que hacer aquello que su conciencia le dicta... El poder o amordaza o trata de comprar al periodista; pero primero trata de halagarlo, y hay formas muy sutiles de halago; programas en las televisiones del Estado, una forma nueva del sobre a fin de mes.
P. Usted pasó una experiencia central en su vida, la dictadura militar. En épocas así el periodismo no se reconoce a sí mismo.
R. La dictadura tuvo un efecto muy nocivo, muy venenoso en mi país, y cercenó muchas de las dignidades periodísticas de ese tiempo, no sólo en Argentina, también en Chile... Y yo pasé ese tiempo en Venezuela, en el exilio. En aquella época no existía la posibilidad de acceder a la lectura diaria del periodismo en otro país. En la distancia se veía que aquel proceso que se vivía en Argentina era dictatorial, y atrozmente dictatorial. Recuerdo que a los pocos días de estar en El Nacional de Caracas, donde me acogieron, me pidieron una crónica sobre Argentina. La titulé Una larga marcha entre los escombros; recogía ahí los nueve puntos de la Junta Militar, que condenaba a la ciudadanía a la obediencia ciega. Me decían: "Te equivocas, Videla es el bueno; ha triunfado la línea más civilizada del Ejército, hay una línea más perversa..." La había, pero Videla había preparado arteramente la matanza completa de toda conciencia de la sociedad.
P. Brecht decía que había que cantar también en tiempos sombríos. ¿Y hacer periodismo?
R. En Brasil hubo momentos memorables bajo la dictadura; cuando la censura oficial prohibía la publicación de ciertas noticias los periódicos salían con espacios en blanco allí hubieran sido impresas tales informaciones. En Argentina eso no sucedió. Aquí o eras cómplice o no sabías a qué te exponías. La complicidad fue una exigencia para poder trabajar en el periodismo. Los periodistas chilenos han pedido disculpas por su obediencia a la dictadura de Pinochet. Los periodistas de mi país no han pedido disculpas. Muchos de ellos se enorgullecen de lo que hicieron: creen que hicieron lo correcto y estaban de acuerdo con lo que se hacía.
R. No dudo que el efectismo sea más entretenido, pero la misión del periodismo es no obedecer. El periodismo es un acto de servicio, pero no es un acto de servilismo, y por lo tanto los periodistas tienen que hacer aquello que su conciencia le dicta... El poder o amordaza o trata de comprar al periodista; pero primero trata de halagarlo, y hay formas muy sutiles de halago; programas en las televisiones del Estado, una forma nueva del sobre a fin de mes.
P. Usted pasó una experiencia central en su vida, la dictadura militar. En épocas así el periodismo no se reconoce a sí mismo.
R. La dictadura tuvo un efecto muy nocivo, muy venenoso en mi país, y cercenó muchas de las dignidades periodísticas de ese tiempo, no sólo en Argentina, también en Chile... Y yo pasé ese tiempo en Venezuela, en el exilio. En aquella época no existía la posibilidad de acceder a la lectura diaria del periodismo en otro país. En la distancia se veía que aquel proceso que se vivía en Argentina era dictatorial, y atrozmente dictatorial. Recuerdo que a los pocos días de estar en El Nacional de Caracas, donde me acogieron, me pidieron una crónica sobre Argentina. La titulé Una larga marcha entre los escombros; recogía ahí los nueve puntos de la Junta Militar, que condenaba a la ciudadanía a la obediencia ciega. Me decían: "Te equivocas, Videla es el bueno; ha triunfado la línea más civilizada del Ejército, hay una línea más perversa..." La había, pero Videla había preparado arteramente la matanza completa de toda conciencia de la sociedad.
P. Brecht decía que había que cantar también en tiempos sombríos. ¿Y hacer periodismo?
R. En Brasil hubo momentos memorables bajo la dictadura; cuando la censura oficial prohibía la publicación de ciertas noticias los periódicos salían con espacios en blanco allí hubieran sido impresas tales informaciones. En Argentina eso no sucedió. Aquí o eras cómplice o no sabías a qué te exponías. La complicidad fue una exigencia para poder trabajar en el periodismo. Los periodistas chilenos han pedido disculpas por su obediencia a la dictadura de Pinochet. Los periodistas de mi país no han pedido disculpas. Muchos de ellos se enorgullecen de lo que hicieron: creen que hicieron lo correcto y estaban de acuerdo con lo que se hacía.
Cruz cierra la entrevista con dos temas fundamentales: el futuro y el pasado del periodismo
P. Con todo lo que hay sobre la mesa sobre lo que es el periodismo hoy, ¿cuál sería su diagnóstico sobre el porvenir del oficio?
R. Periodistas habrá siempre, como narradores. Defoe es anterior al periodismo, como Homero o Herodoto; eran todos narradores de hechos que daban como ciertos, y la historia sigue en pie gracias a que el hombre siempre tuvo vocación de narrar sus hechos. No narraba las ausencias: narraba aquello que le parecía narrable o contable. Sólo lo escrito permanece; aquello que no ha sido narrado no existe, y lo que ha sido escrito se convierte en verdad. Y eso seguirá siendo así. ¿El periodismo? Las transformaciones son muy vertiginosas. Cuando yo era un niño no había televisión, había radio y era una radio mucho más precaria que la de ahora: En mi primer trabajo en el periódico las grabaciones de las noticias se hacían en cilindros de cera. La primera vez que fui a Madrid a entrevistar a Perón, en 1966, las noticias se transmitían por télex, o por telegrama. Y ahora mira los adelantos que hay. A este ritmo, ¿cómo quieres que prediga el futuro?
R. Periodistas habrá siempre, como narradores. Defoe es anterior al periodismo, como Homero o Herodoto; eran todos narradores de hechos que daban como ciertos, y la historia sigue en pie gracias a que el hombre siempre tuvo vocación de narrar sus hechos. No narraba las ausencias: narraba aquello que le parecía narrable o contable. Sólo lo escrito permanece; aquello que no ha sido narrado no existe, y lo que ha sido escrito se convierte en verdad. Y eso seguirá siendo así. ¿El periodismo? Las transformaciones son muy vertiginosas. Cuando yo era un niño no había televisión, había radio y era una radio mucho más precaria que la de ahora: En mi primer trabajo en el periódico las grabaciones de las noticias se hacían en cilindros de cera. La primera vez que fui a Madrid a entrevistar a Perón, en 1966, las noticias se transmitían por télex, o por telegrama. Y ahora mira los adelantos que hay. A este ritmo, ¿cómo quieres que prediga el futuro?
P. ¿Y el pasado? ¿Qué le ha dado este oficio?
R. Un buen modo de ganarme el pan. Un modo decoroso, esforzado y muy laborioso. El periodismo generalmente no está bien pagado, pero sea cual fuese el salario yo he procurado dar lo mejor de mi, porque lo que siempre me pareció es que estaba en juego mi persona, mi ser, mi naturaleza humana, y no lo que recibiese a cambio. Eso es lo que me ha dado el oficio.
R. Un buen modo de ganarme el pan. Un modo decoroso, esforzado y muy laborioso. El periodismo generalmente no está bien pagado, pero sea cual fuese el salario yo he procurado dar lo mejor de mi, porque lo que siempre me pareció es que estaba en juego mi persona, mi ser, mi naturaleza humana, y no lo que recibiese a cambio. Eso es lo que me ha dado el oficio.
Entrevista publicada en El País Dominical el 8 de febrero de 2008, y con la libertad que da Internet, en Evitando Intensidades sólo montamos un resumen porque es muy larga; sin modificar, claro está, ni las palabras del entrevistado, ni las del entrevistador. A quien le interese leerla completa, se la puedo enviar por correo electrónico.
1 comentario:
Warm greetings from Germany
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