Lo he dicho anteriormente: me cuento entre las viudas de José Ignacio Cabrujas; soy una de tantos venezolanos que no se resigna a su muerte en 1995 a los 58 años de edad. Cada vez que pasa algo insólito en el ámbito político nacional, algo así como el cambio de nombre de la Biblioteca Pública de Trujillo de Mario Briceño Iragorry a Coronel Antonio Nicolás Briceño, no dejo de lamentar: “¡Qué habría escrito Cabrujas sobre esto!”.
Por ejemplo, qué habría escrito Cabrujas, hombre de teatro, sobre la decisión de los mandamás de la cultura estatal de quitarle el subsidio a varias compañías teatrales por sus “conductas perniciosas”. Sólo la frasecita da grima, y la explicación que le sigue: “que afectan la estabilidad psicológica y emocional de la población”, tiene que dar piquiña a quien le quede una pizca de conciencia democrática. Sin duda Cabrujas habría vuelto pisillo a los redactores de este decreto, y a quienes miran para el otro lado ante semejante desafuero.
No me gusta hablar por los muertos, pero en el caso de Cabrujas es posible suponer su indignación de país a la deriva gracias a que la Editorial Alfa, bajo la coordinación de Yoyiana Ahumada, en abril de 2009 publicara: “El Mundo según Cabrujas”, un compendio de sus crónicas que, en buena parte, tratan sobre los desmanes del poder de la Cuarta República, desmanes que hemos visto magnificados en la Quinta.
Recomendaría a quienes desde hace más de 10 años son Gobierno, en especial a los que hoy enlodan la memoria de intelectuales para enalterecer la de militares, a los gendarmes de la cultura que asfixian al teatro, la radio y la television buscando hacerlos complacientes al poder; a quienes alguna vez estuvieron en la cárcel por golpistas y hoy llaman “delincuentes comunes” a sus presos politicos; releer: “La carta de Yare”, donde Cabrujas se dirige públicamente a los jóvenes oficiales del Movimiento Bolivariano presos por insurreción, entre quienes se encontraba el actual presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez .
Cabrujas compartía con ellos en julio de 1992 la sensación de “vivir en un país desesperado” a pesar de que desconfiaba de cualquier movimiento que proviniera de cuarteles, y le parecía una torpeza separar bandos en Izquierda y Derecha. Exigía al Gobierno de Carlos Andrés Pérez la amnistía para los oficiales golpistas porque no hay moral en Venezuela: “capaz de juzgar la rebeldía”. Para Cabrujas en nuestro país había llegado “la hora de los planteamientos, de la inteligencia crítica que deja de un lado prejuicios”.
Esa era la Venezuela que él soñaba para su hijo.
Tampoco podemos decir que Cabrujas fue un visionario, en la crónica: “El hombre de la franela rosada” pronostica el fin del Movimiento Bolivariano tras el violento madrugonazo en el canal del Estado del “inexpresivo, triponazo desaliñado…” de la franela rosada, que apareció en pantalla al lado del “teniente de bigotillos” anunciando una nueva insurreción. Para Cabrujas este protagonista de la intentona golpista de noviembre de 1992, representó la mengua del proyecto de Chávez. Los venezolanos no caeríamos en una retórica revolucionaria sacada de frigorífico, donde se hablaba con términos obsoletos como “patria o muerte” y “hasta la victoria siempre”.
Ahí se peló, pero cómo no extrañar la mordaz pluma de Cabrujas en una Venezuela gobernada por un equipo a lo “hombre de la franela rosada”.
Artículo publicado en El Nacional el sábado 17 de octubre de 2009.
4 comentarios:
No sé si se peló, no sé si hemos caído o simplemente nos ha vencido ese tedio tan venezolano, ese dejar hacer.
Creo que en el fondo Cabrujas acaso quiso decir que nuestro país no es "patria o muerte" y en eso tiene razón.
José, me parece que Cabrujas veía a ese Movimiento Bolivariano que surgía de los escombros del gobierno de Carlos Andrés Pérez con el mismo escepticismo con el que lo vimos tantos venezolanos que comprendimos su popularidad dentro del hartazgo de país, pero que jamás pensamos que la vía era una política de revolucionarios de "frigorífico", de corte fundamentalmente militar, de alcaravanes arpa, cuatro y maraca como telón de fondo. Como bien lo dice Cabrujas en su artículo El hombre de la franela rosada: "¡Pinga!¡Pinga!".
¿Habría imaginado José Ignacio en la peor de sus pesadillas que ese estilo de país se habría de apoderar de Venezuela durante tantos años?
En cuanto a que los venezolanos nos hemos dejado vencer por el tedio, no sé, me parece que quienes vivimos en países con gobiernos autoritarios,no estamos luchando en igualdad de condiciones con quienes se aferran al poder.
Tengo 16 años y hasta hace poco no sabia nada de Cabrujas, pero leyendo la historia del teatro en Venezuela me interese por su nombre y elegí el libro "El mundo según Cabrujas" para un proyecto escolar...allí encontré mucho mas de lo que esperaba, lo imagino paterno, familiar, me acerca a mi amor por el teatro y sinceramente...yo también lo extraño, me encantaría saber que diria ahora...
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