sábado, 31 de octubre de 2009

Venezolano no emigra


Dicen que Uslar Pietri nunca perdió la lucidez, que a pesar de no ser un hombre jovial, era un anciano amable que recibía a quien lo quisiera visitar en su vieja casona de La Florida. Yo nunca lo conocí, mi abuela sí, era de su misma generación: Uslar Pietri nació en 1906 y mi abuela en 1911. Ella dice que Arturo siempre fue un hombre brillante, que Venezuela ya no cuenta con un intelectual de su talla.
Soy de otra época, prefiero el estilo desenfadado de Cabrujas, quien siendo treinta años menor que Uslar Pietri, murió siete años antes que él.
Quizás Uslar Pietri sintió muchas veces que la muerte lo había olvidado, sobrevivió a su hermano menor, a su esposa y a uno de sus hijos. También vivió el inicio de la revolución bolivariana. Él que no creía en revoluciones improvisadas.
Cuando por fin le tocó morir a los 94 años en el 2001, casi toda Venezuela lamentó la pérdida de uno de los grandes intelectuales latinoamericanos del siglo XX, pero nuestro presidente no se dio por aludido. Uslar Pietri no era de los suyos, ya la división de la sociedad venezolana entre gobierno y oposición se estaba convirtiendo en una de esas zanjas infranqueables que caracterizan a una dictadura.
Uslar no era ajeno a las dictaduras, su padre fue ministro de Gómez pero él fue hombre de Medina Angarita, era su Ministro de Relaciones Interiores. Cuando a Medina lo tumbaron los adecos en el año 45, a Uslar le confiscaron su casa en La Florida y lo montaron con el presidente y Diego Nucete Sardi en un avión rumbo a la ciudad de Nueva York.
Cinco años duró su exilio, leyendo su ensayo La Ciudad de Nadie escrito en 1950, supongo que debieron ser cinco largos años. No fue un exilio duro, daba clases de literatura hispanoamericana en la Universidad de Columbia y vivía en un apartamento cercano con su esposa y sus dos hijos pequeños. Sin duda hay destierros peores. Pero Uslar Pietri no se logró acostumbrar a la soledad y al mercantilismo que para él caracterizaban a los inquilinos de la gran manzana.
Leyendo La ciudad de nadie 53 años después de escrita, nos sorprende su actualidad, es como ver una película en blanco y negro, con hombres y mujeres caminando con elegantes sombreros por la 5ta Avenida, y a pesar de los cambios de moda reconocemos a la misma Nueva York que hoy nos describen las películas de Scorsese o las de Woody Allen.
Sin duda hay diferencias: el Nueva York del destierro que Uslar Pietri describía como a una ciudad masculina, hoy para muchos simboliza la ciudad de las mujeres solas. Tampoco es una ciudad inculta como aseguraba Uslar, por el contrario, se ha convertido en el corazón cultural del mundo. Y decir que el neoyorquino con un perro caliente ya está almorzado, le causaría gastritis a Zaggat, ese que todos los años gana fortunas vendiendo un librito con su clasificación de los restaurantes. Sin embargo, Nueva York, como la describe Uslar, sigue siendo una ciudad de solitarios que caminan apurados compartiendo la soledad de vivir en una ciudad donde la vara que mide las almas es el dinero.
Leo el destierro de Uslar Pietri y más que en el Nueva York de mediados del siglo veinte, pienso en aquellos de mi generación que han escogido como destino un exilio voluntario, pienso en el músico que tiene cinco años sin venir a Caracas y no le gusta leer noticias de nuestro país porque se deprime; pienso en el escritor que nunca se sintió cómodo en Venezuela por su doble condición de judío y homosexual y hoy es uno de los dramaturgos más prestigiosos de Off Broadway; pienso en la actriz de telenovelas que a los 34 años se negó a pasar de dama joven a mamá de la protagonista y prefirió comenzar de nuevo en Queens; pienso en la joven profesional que vende paninis en Lexington mientras espera conseguir un trabajo mejor; pienso en la diseñadora que se casó con un multimillonario y cuando se siente sola manda su avión a Caracas para que la visiten sus amigas; pienso en mi amiga Fernanda que se mudó con su familia a los suburbios de Nueva York, su marido toma el tren todos los días para llegar al trabajo y ella se queda atormentada por la posibilidad de otro ataque terrorista. Fernanda siente nostalgia de Caracas, una ciudad que ha dejado de ser verde y se ha convertido en un infierno político, ella algún día quiere volver, quiere que sus hijos se sientan venezolanos a pesar de que se les está olvidando el español.
Leo a Uslar Pietri y pienso en el viejo dicho de venezolano no emigra, pienso en una sociedad fracturada, y yo que todavía soy joven y que no me han tocado tantos cambios en el país, me pregunto: ¿Regresará Fernanda a Caracas?

Primera crónica publicada, creo, que en el 2002, en Ficción Breve, que hoy celebra 10 años de fundada.

4 comentarios:

Héctor Torres dijo...

Ese artículo es muy agudo. Me encantó. Me parecía que íbamos a armar una buena batería de articulistas en FBV. Y la armamos. Y allí quedó un material excelente, digno dereleer. Saludos, querida amiga.

Adriana Villanueva dijo...

Gracias a tí, Héctor, por invitarme a escribir para Ficción Breve. Y pensar que nuestra amistad comenzó gracias al chavismo de Mario Benedetti.

Roberto Echeto dijo...

Todo El globo de colores es una maravilla.

De ese libro releo La ciudad de nadie y me maravillo por el talento que destilan las palabras de don Arturo. Esas descripciones de las calles como ríos y de los edificios como montañas son sencillamente fascinantes.

Leo ese ensayo y con lo único que no estoy de acuerdo es con su condena al ensimismamiento del ciudadano neoyorkino. No sé. Da a entender como que la exaltación y la dicharachería venezolana fueran mejores, como si en ese asunto de la manera de ser de las personas cupieran la categorías de "mejor" y "peor".

Y bueno, el tema de la emigración venezolana es un tema muy delicado sobre el que quizás podamos hablar con serenidad dentro de unos años.

Un beso, Adriana.

Adriana Villanueva dijo...

Este texto lo escribí hace como 8 años para el Taller el escritor y la ciudad que dio Armando Rojas Guardia en Econoinvest, poco después fue publicado en Ficción Breve, podría releer las crónicas de El Globo de Colores, no es mucho lo que recuerdo con esta terrible memoria mía, pero sí la sensación cuando los amigos comenzaron a irse, entonces parecía un fenómeno pasajero, ahora hasta quienes hace unos meses me aseguraron que serían los últimos en apagar la luz, están buscando una salida.
Triste tema Roberto, pero interesante, tienes razón, ahora es que falta para ver sus consecuencias

un abrazo