viernes, 14 de noviembre de 2008

Crónica de un poeta en el parque


La decisión no fue fácil, me debatía entre disfrutar de la X Feria de Libro o tomar a pecho que este año 2003 existe una clasificación de escritores afectos al proceso y escritores de la oposición. Deshojaba la margarita cuando Marsolaire Quintana, de la Fundación para la Cultura Urbana, como parte del programa de la Feria Literaria, invitó a los participantes del taller El escritor y la ciudad a una clase abierta de Armando Rojas Guardia el domingo en la mañana en la Cinemateca Nacional, y no me la podía perder.

La mañana de ese domingo, por primera vez en muchos años, regresé al parque Los Caobos. Es fácil olvidar que en Caracas quedan zonas verdes donde deportistas trotan, los niños montan bicicleta, muchos sacan sus perros a pasear, y hasta hay una fuente prendida, lo que es un verdadero acto de fe porque no termina de llover y las represas están vacías. Como llegué temprano, traté de darle primero un vistazo a la Feria Literaria, pero los expositores todavía no habían abierto. Decenas de jóvenes con franelas anaranjadas haciendo juego con los módulos verde y naranja diseñados por Juan Pedro Posani, iban de aquí para allá preparándose para un intenso día de feria. Esta fresca mañana de junio casi me sentí reconciliada con Caracas. Pero no había tiempo que perder con sentimentalismos, en la Cinemateca Nacional, donde fuimos citados sus alumnos, debía estar esperando el poeta.

Las puertas de la GAN todavía estaban cerradas. Armando apareció tras las rejas y abrió una puertica que dio acceso a las escalinatas del museo. Todos los alumnos de su Taller nos reunimos bajo el tríptico de Miranda en la Carraca que anuncia la exposición: "Obras Maestras del Arte Venezolano". No estábamos solos, decenas de visitantes ansiosos por ver Reverones, Michelenas y Titos Salas, inquietos preguntaban: "¿A qué hora abre la GAN?".

La GAN abrió puntual a las 10 y el poeta y sus talleristas seguimos parados en la escalinata esperando que la Cinemateca también abriera cuando apareció Marsolaire con la mala noticia de que al CENAL se le olvidó reservarla, y ya la sala estaba tomada para una función de cine infantil. Pero de peores entuertos ha logrado salir la cultura venezolana, los amigos del CENAL prometieron que con Cinemateca o sin ella, la clase iba, podía ser en el Ateneo (no se pudo), entonces bajo un toldito frente a la fuente de Maragall, y allí terminamos el poeta vestido de blanco, sus discípulos, la fotógrafa con su cámara, y aficionados a la poesía que madrugaron, porque domingo a las diez de la mañana es madrugar, todo para tener el placer de oír conversar al autor del Dios de la interperie.

La espera se hizo larga a pesar de que contábamos con lo más importante que era el poeta. Sus alumnos nos sentamos a esperar en un claro del parque, al que por la hora, los árboles no le daban sombra, y mientras sudábamos la gota gorda, un par de muchachos de camisa anaranjada trataban de hacer magia para que bajo el toldito un micrófono funcionara porque el poste al que estaba conectado no tenía corriente.

Cuando ya había requetepasado la hora a la que se había citado la clase abierta de Rojas Guardia, Marsolaire decidió que ya basta, hasta los poetas venezolanos tienen dignidad y en estas condiciones era mejor suspender el evento. Abandonamos el lugar cabizbajos con ese sentimiento de derrota cultural que se nos ha vuelto tan familiar a los venezolanos. Saliendo del parque, Marsolaire reconoció a una de las organizadoras del CENAL, quien no estaba para quejas: "Después de todo les estábamos haciendo un favor".

En esta Feria Literaria, presentar a uno de los grandes poetas del país, era un favor.

Pero la mañana no estaba perdida, un pequeño grupo de sus alumnos nos reunimos en el cafetín del Museo de Ciencias. Rojas Guardia leyó los breves textos que había preparado para la ocasión. Después pasamos a la conversa: Mariahé Pabón y Alberto Márquez contaban sobre la idolatría en Colombia a sus poetas, y oyéndolos yo pensaba que sí, en Venezuela actualmente la literatura es tratada con desdén, pero sentada en el cafetín del Museo de Ciencias con el poeta Rojas Guardia y ese grupo tan maravilloso de amantes de la poesía, es posible sentir que no todo está perdido.

Este artículo fue publicado en El Nacional en Junio de 2003. Lo corregí en este año 2008 para publicarlo en Evitando Intensidades sintiendo que 5 años después, las Ferias Literarias en nuestro país han ido de mal en peor.

La ilustración para Nojile es de Rogelio Chovet.

3 comentarios:

J. L. Maldonado dijo...

Ciertamente Adriana, de mal en peor. Entrevisté a Miguel Henrique para el programa (al aire el domingo 7 de diciembre a las 11:00AM)y es increible que sigan pasando cosas como estas. Tuve la suerte de entrevistar al escritor inglés David Yallop y me dijo que le impresionó la feria por tanto proselitismo político y dijo algo muy bonito como esto: muchos de esos libros parecieran estar bajo rejas, como presos, pero las ideas jamás podrán encarcelarlas.
Saludos

PD. Nos conocimos en la presentación del libro de Héctor Torres.

Adriana Villanueva dijo...

Así es J.L, cuando escribí la crónica de la entonces Feria del Libro en el 2003, jamás imaginé que el nivel de la Feria, año tras año, iría de mal en peor, por eso todavía insisto en ir, por aquellos que siguen ofreciendo lo que se puede de literatura entre Ches Guevaras y Hugo Chávez, a pesar del intento cada vez menos disimulado del gobierno por impedirlo.

la-tiza dijo...

si...otro episodio mas del realismo magico sud americano.... muy bien escrito! Aun con tu mal de ojo y consecuente conjuntivitis anacronica, lo hiciste super bien!